La gira de Jordan

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

En las sociedades científicas del siglo XIX se anotaban las proezas del ser humano, la tierra era un lugar por descubrir y cada paso en la selva, en los polos o en islas remotas del Pacífico era relatado como conquistas maravillosas entorno a una chimenea. Oficialmente los récords se acaban en 1969, cuando el hombre puso pie en la Luna (ya no había nada por averiguar en nuestro entorno inmediato. Por culpa del Apolo XI en las sociedades científicas se dejó de hablar de Admunsen, Livinstong y Scott, para pasar a jugar al bingo).

Aunque lo puedan leer así en los libros de Historia, no se fíen, en realidad donde puso los pies Michael Jordan no ha estado nunca el ser humano. El que fuera jugador estrella de los Bulls, (formado en la Universidad de Carolina del Norte), logró situarse por encima con un golpe de tobillo imposible para el resto. Jordan levitaba, hay que repasar sus vídeos a cámara lenta para apreciar cómo era capaz de conjurar el tiempo y el esfuerzo para detener la gravedad y reírse de Newton con la insolencia de un personaje mitológico. La explicación más parecida la podemos encontrar en un bailarín de clásico; Jordan era Nureyev con botas de baloncesto.

Michael Jordan estará a final de mes en Barcelona, viene a por nuevos talentos, gente de la estratosfera. Busca a jóvenes dispuestos a romper las leyes de la Física tal y como él hacía. Los requisitos son parecidos a los que exigen a los astronautas de la NASA: que sean capaces de coser un botón en condiciones de ausencia de gravedad y sin pincharse. Jordan busca a gente para la que el suelo sea absolutamente prescindible, interesados anotar una canasta de tres puntos con el formulario anexo. ¿Para qué caminar pudiendo andarte por las nubes? Los niños negros de los barrios marginales aprendieron que la puerta del cielo estaba a la altura de una canasta clavada a la pared, y se hicieron seguidores de Jordan y de Magic Johnson como doctrina. Sus zapatillas eran el tesoro más codiciado, (y más robado también).

Quienes le defendieron dicen que era imposible oponer la menor resistencia, verle avanzar en posesión de la pelota era como presenciar la carga de la caballería ligera en primera fila, o te quitabas o te metía dentro de la canasta en un mate de espaldas. Directamente sus ojos atravesaban la carne del rival, inútil presentar batalla, sólo le faltaba añadir: «Ríndete, estás rodeado». La única forma de quitarle el balón a Jordan era que el árbitro pitara el final y luego cuentan que a veces la pelota le seguía hasta la ducha como fiera domada; esto quizá sea una exageración de mitómanos. No hablamos de un deportista sino de otra dimensión distinta, casi paranormal. Un ovni con perilla.

Un día se cansó y se hizo jugador de golf, influyó la muerte de su padre en extrañas circunstancias; volvió y se convirtió en transeúnte, que es la máxima categoría de un hombre. Podía haber sido un buen mago pero eligió ser un excelente deportista, lástima que cambiara el vuelo sin motor por la gestión de talentos. No es que fuera muy alto, es que resultaba muy difícil estar a su altura.

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