Un campeón sin libro de estilo

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Una curiosa tesis doctoral podría ser la que estudiara cuál es el sprint más veloz: ¿una pelota en el saque de un partido de tenis, o un Fórmula 1 cuando el semáforo se pone en verde? No es cuestión de caballos, sino de genio; se trataría de meter a Rafa Nadal y a Fernando Alonso en el túnel del viento.

La semana pasada, el veterano John McEnroe volvió a las pistas para jugar un torneo (llevaba retirado 14 años), pero estaba en plena forma. A pesar de las canas y de la edad, McEnroe gozaba de una mala leche exquisita, que se lo digan al juez de silla al que le echó una bronca como aquellas de entonces. Salvadas las debidas distancias, Fernando Alonso es el McEnroe del automovilismo. Durante la temporada le hemos visto desplantes y gestos que se alejan de aquella ética victoriana que han tenido los corredores de Fórmula 1; Alonso no es de «corre y calla». Ya fuera en solitario, cuando entró en el circuito haciendo gestos de emperador romano en el circo, o acompañado de Briatore (el señor redondito que ha conseguido parecerse a un teleñeco), ha hecho una campaña de irreductible insolencia. Hasta consiguió sacar de sus casillas a un tipo tan poco sanguíneo como Schumacher.

Alonso contra todos: contra su creador Briatore, contra los circuitos, la Fórmula 1 y las reglas de la competición. Sus enfados recuerdan las broncas de McEnroe cuando la bola de Connors o la de Lendl botaba sobre la raya. El ojo de McEnroe acertaba bastante, no eran enfados de niño en una pastelería. Al español sólo le ha faltado decir que «la Fórmula 1 está llena de mierda», como dijo Cela de un premio que se le resistía. Un campeón no puede portarse como un dominguero irritado, se espera de él que tenga mejor estilo, otra forma de reclamar que no sea llamando circo a su deporte y comparsas a quienes participan en él. Y menos mal que ha ganado.

Igual va a ser porque le mimaron en exceso, porque fue un niño prodigio y le dieron un Príncipe de Asturias cuando ni siquiera era campeón del mundo. No es por comparar, pero Angel Nieto tenía «12 más una» razones para serlo antes que él, y jamás se le escuchó una voz más alta que otra a pesar de que en los tiempos de Nieto el asfalto tenía dientes y en las curvas ponían alambres de espino en lugar de neumáticos y zona de desaceleración.

Sus allegados dicen que se retirará pronto; Fernando Alonso se quiere acoger a la jubilación voluntaria de los deportistas de élite, tal vez se pase al golf como Michael Jordan, o regrese a los karts para pelearse con los niños porque no le dejan pasar cuando van doblados. Para la historia quedarán los campeonatos conseguidos con un mérito extraordinario y con la suerte a favor, pero también un mal genio que en ocasiones empañó el ejemplo de un ganador. No siempre el más rápido es el más prudente.

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