La alegría de la huerta

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Nada más conocerse la noticia del nombramiento de Miguel Sebastián el runrún se extendió por los bares castizos, (alguno queda de los que todavía no se ha convertido a la religión del Burguer). Chulapos y chulapas se daban codazos: «¡el Sebastián!», «¡es el Sebas!», «fíjate tú, amos, anda»… para luego caer en la nostalgia que provoca el vermut de grifo con una pregunta: «¿pero quién es Miguel Sebastián?». Imaginemos que Aznar hubiera nombrado al profesor Barea en lugar de a Gallardón; lo mismo. Un debate sobre Madrid con Barea y Sebastián moderado por Punset puede ser la tumba del share, el holocausto de la televisión en España.
El candidato socialista de carisma va cortito, cumple perfectamente el perfil de un técnico pero para ganar elecciones hace falta ser algo actor, (o mucho), aunque seas un actor soso como su jefe; no olvidemos que mister Bean vende más entradas que la Royal Shakespeare Company. A primera vista más parece el clavo ardiendo que la solución idónea, de tan próximo que estaba al presidente le han cogido a lazo y ha tenido que aceptar porque el despacho le quedaba muy lejos de la salida de emergencia. Antes, por la gatera se escaparon Bono de portazo, de la Vega (silbando una melodía), Borrell, Solana, Zerolo y Peces-Barba. Las princesas de la Edad Media tenían menos candidatos donde elegir, pero finalmente la zarza ardió y Zapatero encontró al elegido, (para completar el cuadro bíblico se desató una tormenta como Dios manda en Madrid, a la misma hora del anuncio. Estaba claro: el cielo había hablado). Ahora entra en marcha la maquinaria de comunicación y marketing para convertir a un ilustre desconocido, para el madrileño, en el alcalde de su vida ad eternam. El proceso se resume en: cuatro fotos, dos entrevistas con afines, una de sastre, dos tertulias con los mismos afines, un guionista para las ocurrencias, otra cena con los afines, una clase de pilates con la mueca de la sonrisa y finalmente un premio que le den los afines en agradecimiento a comidas, cenas, tertulias y parabienes. Nunca hay nada imposible: ¿podría ganar a Fernando Alonso un carricoche tirado por unas humildes mulillas?, ¡podría!, pero va a resultar trabajoso.

Más bien parece que a Miguel Sebastián le han tirado en paracaídas sobre la Alcaldía de Madrid pero lo han hecho a cota muy baja, no le va a dar tiempo para desplegar la seda y las cuerdas. Si fuera gato todo el mundo diría que se iba a gastar las siete vidas en el intento, pero de eso no tiene la culpa sino el capitán que indica la maniobra en el momento más inoportuno.

El silencio de Zapatero podría interpretarse como una estrategia digna de Alejandro, cuando en realidad más bien parece que esperaba a que la musa se diera una vuelta por La Moncloa, y no habiendo musa que captar se ha dado a la urgencia del nombramiento. A favor del candidato hay que destacar la gran dosis de moral de la que hace gala, comparte la doctrina de Jordi Sevilla aquel que le decía a Zapatero, cuando era el candidato ZP: «la economía se aprende en dos tardes, José Luís». Pues ese mismo espacio de tiempo le va a hacer falta para ponerse al corriente de pago de cómo está la actualidad madrileña y qué tipo de bacteria afecta al madroño en el que se apoya el dócil oso. Un curso intensivo de cheli, otro de castizo, otro de atascos y varias reuniones con afectados por los parquímetros. Le harían falta unas tardes alargadas y densas, reloj no marques las horas, un poco de distancia y algo de inmersión en la realidad de la villa y corte, sin olvidar un «té con Tita», (insuperable onomatopeya).

Es posible que en el PSOE no supieran leer la estrategia diseñada por Gallardón con las tuneladoras: «Dulcinea» no estaba tanto para horadar la M-30 como para hacer un butrón en la calle Ferraz y llevarse las ideas de la caja fuerte. Lo han hecho de forma sibilina como el que tiene una novia monja y la devuelve al amanecer al convento después de haberle dado una noche como Dios manda. A Gallardón no es que se lo hayan puesto fácil, se lo han dejado chipén, incluso puede hacer la campaña sin manos como los niños que andan sobrados sobre una bicicleta. Sebastián erraría al entrar en un debate sobre presupuestos con el alcalde, tendría menos audiencia que Carmen Sevilla leyendo el discurso de entrada en la Real Academia de la Lengua. Pero no le han dejado otra opción más que afianzarse como el gran contable de la ciudad que nos va a sanear a todos demostrando que el PP es gasto injustificado, lujo, boato, frenesí especulador. Debería tener en cuenta que el voto está en la ilusión, nunca en una fórmula matemática, en ese caso Stephen Hawking sería primer ministro en lugar de Tony Blair.

Sebastián tiene fama de hombre entregado al trabajo y de carácter, que se lo digan a Rato con el que tiene una vieja cuenta pendiente, (de resultar elegido alcalde, Rodrigo Rato se va a encontrar cuando vuelva de Whashington que todas las calles alrededor de su casa serán direcciones prohibidas imposibles de franquear; tal vez le ponga un parquímetro sólo para Rato). En Moncloa había perdido fuelle, no entraba en el núcleo duro, debido a sus enfrentamientos con De la Vega y sobre todo con Pedro Solbes. De ser cierto este último dato lo que ha hecho Zapatero es quitárselo de en medio buscándole una ocupación tan exótica como es limpiar las caries de los cocodrilos. Sabe que el destino que le espera es peligroso, insólito, exótico y hasta de color marrón, pero le ha tocado bailar este chotis.

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