Diálogo de ovejas luceras

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Tengo una amiga merina, muy lustrosa ella, que me ha escrito un ciber-mensaje mosqueada tras haber cruzado Madrid por la cañada real. Ella es muy oveja aunque está como una cabra y cree que el camino es más bien una “coñada” real, muy poco serio.

El año pasado se quedó con las ganas por culpa de la lengua azul (ella la tiene viperina pero rosadita) y las obras del alcalde. Este año han podido cruzar la Casa de Campo y eso que han estado hasta el último día con la mosca detrás de la lana, preocupadas porque escuchaban las voces de “no pasarán” que procedía de las autoridades sanitarias.

La oveja de mi amiga está muy inquieta con las obras de la M-30, dice que es lo más parecido al parque de atracciones que haya visto nunca: mucha cola para entrar, pocas fuentes donde beber, muchos despistados, grandes emociones y el que entra no puede salir. Pero no le hagan mucho caso porque hay merinas que están como chotas.

Otro año más volvió a pasar por la calle Alcalá y le hicieron la fotografía junto a la Puerta, (miralá decían las otras del rebaño queriendo hacer una gracia cuando en realidad quedaban de petardas). Hay tradiciones que no cambian aunque los pastores llevan todos gps y mp3 para animar las tardes de campo y pipas.

Lucera, mi amiga, dice que el año que viene le gustaría hacer el camino de Santiago porque es más lucido para el currículo, y que por aquí no vuelve porque le da miedo cruzar la M-30 escoltada por siete furgonetas de la policía municipal, “como si fuéramos ultrasur”. Vamos que no se fía, no quiere salir trasquilada.

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