‘El hombre parece un mono consciente’

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

RETRATO
Origen. Madrid, 1955. Currículo. «La verdad es que soy un psicólogo atípico». Empezó a trabajar de tendero cuando tenía 13 años, luego fue peón, taxista, cuidador de minusválidos y entró en la Universidad con 28 años. Ha escrito cinco libros, casi todos sobre las relaciones de pareja (infidelidad…), y uno sobre ¿Por qué no puedo adelgazar? Tal vez el mal amor engorda. Aficiones. «Pasear, hablar de política o de cómo se hacen las lentejas». Debilidades. «No soporto demasiado la soledad». Virtudes. «No juzgo fácilmente y sé querer». Defectos. «Soy impaciente, lo quiero todo muy rápido».

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Antes de tener la consulta en un barrio elegante de Madrid, pasó diez años como taxista por sus calles: «Hay gente que dice que en un taxi se puede hacer la carrera de Psicología… Tampoco es tan cierto». Ha escrito varios libros sobre el comportamiento humano, todos ellos con espíritu divulgador y con un punto socarrón. El último es Anécdotas y curiosidades de la Psicología (Arcopress). Las consultas sobre el sexo y sus consecuencias llenan los despachos de los psicólogos madrileños; nos pierde «lo único».

Pregunta.- Usted que fue Robert De Niro en Taxi Driver, ¿eso curte?

Respuesta.- Ser taxista madrileño te amplía el conocimiento que tienes del mundo, el taxi es un escaparate, ahí captas rápido.

P.- ¿Es una buena escuela?

R.- Ayuda pero no lo es todo, la psicología es mitad arte (contacto humano) y mitad ciencia.

P.- ¿Estudió la carrera en el taxi?

R.- Gran parte, aprovechaba los atascos para estudiar, sobre todo en la cola de los taxis en el aeropuerto.

P.- ¿Tiene taxímetro en la consulta?

R.- (Risas)… No, pero sí tengo un reloj para calcular el tiempo que dura la consulta.

P.- ¿Su libro es una relación de secretos?

R.- Se trata de reírnos de anécdotas que nos han pasado a los psicólogos contadas con el permiso de los pacientes.

P.- ¿Sus compañeros lo aceptan?

R.- Sí, incluso en el boletín interno del Colegio de Psicólogos pedí anécdotas que están reflejadas en el libro.

P.- ¿Hasta lo que no se puede contar?

R.- Las anécdotas que no se pueden contar… no se pueden contar (risas). Un psicólogo tiene secretos por un tubo, por alguno de ellos la prensa rosa pagaría millones.

P.- ¿Le consta? (lo de los millones).

R.- He tenido un par de intentos de sacarme información sobre clientes que interesaban a la prensa rosa.

P.- ¿Cómo lo hacen?

R.- (Risas)… En cierta ocasión me pidió hora una persona que en realidad no buscaba ayuda sino ofrecerme dinero para que hablase.

P.- ¿Por qué gusta el cotilleo?

R.- Porque es una forma de distraernos de nuestra propia vida. Mientras los conflictos sean ajenos nos hacen olvidar los nuestros.

P.- ¿El mal nos libera?

R.- Exactamente igual que presenciar programas de terremotos, de incendios, de desgracias, etc…

P.- ¿Los psicólogos son el confesionario laico?

R.- Sí, pero no hay absolución, no perdonamos. Si acaso podemos ayudar a relativizar las cosas.

P.- ¿Lo suyo a quién se lo cuenta?

R.- ¡Este es un problema!, pero ser psicólogo no significa que no puedas pedir hora a otro psicólogo.

P.- ¿El psicólogo es mal cliente?

R.- Desde luego, hace poco conté en la facultad qué hacer cuando un colega viene a la consulta.

P.- ¿Cobrarle por adelantado?

R.- (Risas). Los psicólogos no solemos ser buenos pacientes.

P.- Vanidad aparte, ¿somos todos iguales?

R.- Todos tenemos las mismas necesidades, el mismo corazoncito. Nos hace falta que nos quieran, estar en un grupo, sentirnos apreciados.

P.- ¿Todo se puede preguntar?

R.- Temas religiosos y políticos quedan excluidos de la consulta.

P.- ¿La política es mala para la salud?

R.- ¡Si uno se lo toma muy a pecho, sí!, posiciones extremas nunca son buenas.

P.- ¿Ha tratado a políticos?

R.- Han venido políticos sin venir, gente que me ha hablado de ellos.

P.- ¿Ser cargo público es un factor de riesgo?

R.- Supongo que será complicado prometer y no cumplir, manejar medias palabras o compaginar la vida privada con la pública.

P.- ¿El hombre es el mono consciente?

R.- El hombre parece un mono consciente. La conciencia y la libertad que tenemos en parte es fantasía. No somos tan libres.

P.- ¿Somos esclavos inconscientes?

R.- Una cuota importante: los genes, el pasado, la cultura… al final nos coartan.

P.- ¿Todos locos?, ¿menos usted?

R.- (Risas)… Mi chiste favorito es: «Estoy mejor desde que me he dado cuenta de que mi psicólogo está como una cabra». No puede haber psicólogo sin experiencia de conflicto interno.

P.- ¿Nos pierde el sexo?

R.- El sexo motiva, moviliza, nos lleva a contradicciones y nos hace ser hipócritas.

P.- ¿Se piensa con el sexo?

R.- Todos pensamos un poco con el seso y con el sexo. También hay personas adictas.

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