La pareja de la extravagancia

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

En la casa blanca han tardado mucho en desmontar el belén. Tenían dudas de qué figuritas había que guardar y cuáles no volverían al nacimiento el año que viene. Beckham es el primero, aunque todo indica que ni los tres reyes magos tienen clara la renovación. Es posible que el nacimiento de 2007 sea minimalista. Nada más conocer la marcha de los Beckham, las tiendas caras de Madrid han decretado tres días de luto; unas palmas flamencas acompañan a la letra de «algo se muere en Serrano cuando un amigo se va, ¡tacatá!». Hay lágrimas de cocodrilo y llanto de joyeros. La pena llega a la milla de oro de Ortega y Gasset, donde los comerciantes podrían organizar una colecta-sablazo para una estatua ecuestre de madame Beckham, esa mujer que gasta en una mañana el presupuesto de un Estado africano sin que le pese la conciencia, para luego volver por la tarde de nuevo a la carga. Una persona cuya máxima aportación al PIB fue pelearse con Ana Obregón y lograr que subiera la cuota de pantalla de las televisiones de mediodía. Una ilustre, algo insulsa y exquisita pija.

Los Beckham se han comportado siempre como marcianos recién llegados de la lejosfera; verlos bajar del coche, con los guardaespaldas y el séquito, recordaba a las escenas de Encuentros en la tercera fase, cuando el personal se pasmaba con la figura a contraluz de unos marcianos patilargos y cabezones. Luego dicen de Michael Jackson, pero los Beckham se han hecho en Madrid campeones del mundo de todas las extravagancia. Sólo les falta llevar a los niños al colegio envueltos en trajes de protección nuclear. De la casa en La Moraleja hicieron un fortín y de sus paseos por la ciudad otra atracción más de las películas de amor y lujo.

Victoria Adams, (de la familia Adams de toda la vida) ha pasado por Madrid, pero Madrid no ha pasado por ella, no tanto porque se vaya sin probar las gallinejas, sino porque ha ido de repelente niña vestida de Cleopatra con aire de majorette listilla. «España huele a ajo», llegó a decir con la boca llena, naturalmente. No se le conoce otra expresión ni mayor pensamiento.

Estaba cantado que el siguiente destino de tales estrellas no podía ser otro que Los Angeles, California. Allí Victoria podrá dejar la visa temblando. Le pega con tal furia que ya quisiera Nadal su giro de muñeca para las grandes finales. Hasta es posible que inicie una carrera cinematográfica y con dos narices se atreva a pedir el papel de la madre Teresa. Por osadía que no quede.

Tal vez David se marcha porque no tiene más que aportar en lop deportivo al Real Madrid, pero igual se va porque no le quedan productos que anunciar. Ya ha dado la vuelta al mundo en 80 vallas. El Beckham anuncio ha superado con creces al jugador de fútbol, y cuando uno alcanza categoría de leyenda para qué va a correr en un campo. ¡Sudar es de obreros!

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