La delincuencia tiene banquillo asegurado

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Allí iban los tres, el mayor de 13 años y los otros de 10 y ocho respectivamente. Iban en un bugati caro, alemán, de esos del anuncio «¿te gusta conducir?», ¡pues claro!, respondieron los tres y guindaron el coche en algún barrio bueno. Los coches caros son una tentación para los chavales de zonas marginales, tanto como los bombones para los chicos de barrios acomodados. Circulaban por un camino de cabras cuando la Policía se coscó de la movida y puso luces; de noche, los coches patrulla parecen ovnis entre los poblados. Así que el mayor de la banda (la banda del moco reeditada), pronunció la mítica frase de la película Perros callejeros: «¡dale caña, Torete, que el coche es chorao!» y tira polvo por las ruedas. Así anduvieron un buen rato, dando saltos por la cañada, el cd saltaba como si Frank Sinatra tuviera hipo, una persecución como en la tele ¡cómo mola-tronco!

Pero no se sabe por qué los caminos de la delincuencia siempre topan con un coche patrulla de la Policía anclado en el lugar inoportuno, y allí que se dieron un chapazo. A los pequeños manguis no les pasó nada, (¡mucho peor es vivir en la barriada de La Jungla!); sin embargo, los agentes se percudieron las cervicales. En resumen, que se dieron una leche como Dios, pero sin mayores consecuencias, salvo las penales.

Ahora ellos se tienen que buscar un abogado, del turno de oficio seguramente, el dueño del coche un taller y los agentes del orden un buen collarín. Los tres delincuentes infantiles volverán al poblado con una buena historia que contar y sin duda que arrepentidos por las narices. La delincuencia se forja en este tipo de leyendas urbanas, seguro que a partir de ahora tienen cola de amiguetes dispuestos a emular a Fernando Alonso por los caminos de cabras. Cantaba Sabina, en La Mandrágora, una canción dedicada a un macarra infortunado cuya letra decía al final: «Antes de palmarla se te oyó gritar ‘¡qué demasiao!, de ésta me sacan en televisión’». Es cierto que nunca hay suerte para los que no la tienen y que si estás censado en el poblado de La Jungla lo normal es que caigas víctima de algún depredador de la selva: el hambre, la violencia, las malas compañías o la droga.

Estos tres ‘baby-macarrillas’ han tenido su minuto de gloria, si no llegan a darse con la madera hubieran llegado a Valencia, a fumarse un porro en la arena de la playa. A su edad otros niños juegan con la play, ellos no, prefieren que el efecto asfalto sea más realista. Por mucho que mole un programa de ordenador, no tiene punto de comparación con ser perseguido por una patrulla, en un carro caro a toda pastilla y por un camino de mala muerte.

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