Sofía de abril

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

En domingo de puente, a la hora de la siesta, ha nacido la segunda hija de los Príncipes de Asturias. Ella no lo sabía pero mientras el médico le limpiaba la piel manchada, afuera una batería de fotógrafos cargaban sus baterías. Ella no lo sabe pero ya es ilustre de pañal, su padre anunció su nombre a ante una tormenta de flashes y todas las televisiones hicieron programas especiales donde se explicaba el árbol genealógico con detenimiento.

Al contrario que el resto de los niños ella ya tiene el futuro garantizado, incluso le escribirán un libro antes de que tenga edad para leer. La exageración es cosas de reyes pero mucho más del peloteo cortesano.

Le han puesto de nombre Sofía, detrás viene una retahíla de apellidos que son una vía láctea de la aristocracia mundial, por parte de padre, y de la aristocracia de la normalidad, por parte de madre. Sofía de Abril no lo sabe pero desde este momento entra a formar parte de un entramado arcaico y en declive como es la monarquía, le pondrán encajes y siete obispos le echarán agua del Jordán en su bautizo.

A Sofía de Abril le salva que tiene un abuelo taxista y una madre que ha currado en la tele, por ese lado tendrá una ventana de coherencia. Lo ideal es que la críen como una princesa pero no como un pura sangre de los que había en Versalles. Lo suyo es que los niños fueran lo que son hasta llegar a una edad donde puedan empezar a digerir el protocolo.

Sofía de Abril nació sin abuelos reales, la reina volvía del funeral de Rostropovich y el rey no estaba en Madrid, como es costumbre. Tenemos un rey que cuando no toca oficio real se pira al extranjero, será que don Juan Carlos trabaja aquí pero tiene la residencia fuera, como los tenistas ricos.

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