Pena cantada

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

El disco más vendido de Isabel Pantoja es el de su cantada ante el juez de la operación Malaya, un acústico en la intimidad, un martinete donde caen los euros falsos ante la mirada asombrada del magistrado Miguel Angel Torres. La foto de Pantoja en el coche de la policía es el final del sueño que tuvo Alfonso de Hohenlohe para Marbella y el inicio de la pesadilla en forma de sumario.
Ya sólo faltan por caer los enanitos del jardín de la casa que compartía con Julián Muñoz y habrán cogido a toda la banda. De repente, la foto de De Juana Chaos ha bajado de cotización; hoy vale más una instantánea de la Pantoja en el calabozo que una del etarra que se recupera tan rápidamente que podría ganar el campeonato de España de culturismo (ese individuo vomitivo que de tener amnesia criminal ha pasado a tener bulimia por orden judicial). España se tomatiza alrededor de tan singular personaje de la copla de tal manera que si la detención de Isabel Pantoja hubiera coincidido con la visita de JFK a Dallas, la noticia de Lee Harvey Oswald habría ido en un breve de internacional.

A IP se le tienen ganas de antiguo porque ella se lo ha trabajado. Emocionalmente, ha recorrido todo el escalafón social: fue virgen y casó con torero, luego viuda y costurera de trajes de luces para marineros, más tarde, borde de España y, finalmente, novia de gánster marbellí, también fue conocida como alcaldesa consorte del sur. En los karaokes distinguidos y en los clubes de travestis hay un sentimiento encontrado; por un lado, no les parece bien el latrocinio como forma de enriquecimiento, pero, por otro, no pueden olvidar que IP es la mejor voz de la copla en activo. A la pregunta de ¿se puede ser una artista inmensa con una mala leche atroz?, la respuesta es: Isabel Pantoja, quien ha dislocado codos, atropellado micrófonos y vilipendiado el menester de reportero rosa hasta convertirlo en oficio de alto riesgo. Pero ella no canta (ni baila) sola. Junto con el periclitado Julián Muñoz, el que se lavaba los pinreles con espuma de Cruz Campo, forman el dúo de folclóricas encarceladas.

Siempre se ha dicho que la suerte huía de su lado. Tuvo un ojo atroz para elegir a sus parejas y, como queda demostrado, también a sus ayuntamientos. Tras su paso por Marbella lo dejó todo como un solar y no para hacer recalificaciones precisamente. Pero el juez Torres debería tener en cuenta que IP enjaulada deja suelto a un hijo con un bajo inconsciente intelectual; ‘Paquirrín’ tiene una ONG de ayuda a clubes nocturnos necesitados. Es un crío grande y torpón al que todavía le catean por restar con los dedos lo que su madre suma cantando.

Ella, IP, llegó a pedir amparo a ZP para que acabara con el acoso de los famosos; ahora se reparte la popularidad judicial con las listas de los abertzales. Es la pena negra, un cante, una lástima, y unos cuantos folios de color Malaya. Quién sabe si ante el juez respondió muy digna: «¡Sí, yo soy ésa!».

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