‘Queremos un barrio habitable’

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

RETRATO
Origen. Valladolid, 1955. Currículo. Llegó a Madrid con 22 años, «me gustó el carácter abierto de este barrio, las actividades culturales que se vivían y sobre todo el poder estar en la calle… eso ha cambiado mucho». Licenciada en Psicología y Magisterio, es profesora titular de una granja escuela en Aranjuez. Es responsable del área de Formación de CCOO desde 1999, año en el que se metió en la Asociación Ciudadana que actualmente dirige. Aficiones. «Caminar y mirar la ciudad. Desde Malasaña tengo Madrid al alcance». Debilidades. «La administración puede conmigo en muchas ocasiones». Virtudes. «Paciencia, sentido del humor y perseverancia». Defectos. «Dormilona, muy dormilona…».
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Sobre la azotea de su casa se escuchaba el batir del helicóptero de la Policía, de la calle le llegaba la algarada de los manifestantes. Doscientos años después del alzamiento de Daoíz y Velarde, el pasado 2 de mayo vivía una nueva carga de los mamelucos. «La respuesta policial fue desproporcionada», dice Isabel, acostumbrada a disuadir a los que hacen botellón en las aceras con su discurso de maestra. «Las cosas en este distrito están dejadas de la mano de Dios, en un edificio emblemático encontraron una balsa de orines pegada a sus cimientos». Es la otra movida de Malasaña.
Pregunta.- ¿Ser vecino de su barrio es factor de alto riesgo?

Respuesta.- Ser vecino del Dos de mayo es el factor de no descanso los fines de semana.

P.- ¿No es un lugar ideal precisamente?

R.- Nosotros queremos que el barrio tenga piscinas, dotaciones culturales, parques, que sea habitable para todos.

P.- ¿Quién abandona al Dos de mayo?

R.- La Administración.

P.- Porque son rojos e irredentos…

R.- En la asociación hay de todas las tendencias, y en las municipales empata la derecha con la izquierda habitualmente. Lo que me da pena es que hay mucha abstención.

P.- ¿Para que sirve ser presidenta de vecinos?

R.- Para tener mucho trabajo y andar con la cabeza ocupada. No tengo tarjeta de visita como presidenta. Sólo me paran por la calle para preguntar: ‘¿qué hay de lo mío?’.

P.- ¿Cuándo cambia el sentido del barrio?

R.- En Malasaña pasamos de la movida a una época de atracos y drogas, y en el 99 empezaron a venir grupos a beber en la calle.

P.- ¿Al principio se llevaban bien?

R.- A los que vendían droga ya los conocíamos y nos respetaban, pero a los niños los teníamos que llevar a otros parques porque en la plaza había jeringuillas.

P.- ¿También cambia la vida corriente?

R.- Sin duda que cuando se cierran las tiendas tradicionales, los famosos ultramarinos, la carnicería de carne de caballo… ahora esos locales son tiendas de conveniencia, el barrio no tiene vida comercial diaria.

P.- ¿La tranquilidad son 200 policías más?

R.- El problema que tuvimos los pasados días 1 y 2 de mayo se hubieran resuelto de haber intervenido antes.

P.- ¿Están por la presencia policial?

R.- Creemos que la presencia policial es necesaria durante todo el año, y no para cargar sino para disuadir a los que quieren tomar la calle.

P.- ¿Las elecciones traen a más policías?

R.- Sí, pero les salió muy mal, en Malasaña hubo descoordinación entre Policía Municipal y Policía Nacional, los municipales actuaron con falta de profesionalidad.

P.- ¿Es mejorable la gestión municipal?

R.- Nos preocupa porque no la vemos, con el concejal tenemos diálogo pero luego nos envía al laberinto de la administración para que nos perdamos.

P.- ¿El concejal de distrito es vecino de Malasaña?

R.- No, Luis Asúa no vive en el barrio… le he invitado muchas veces a que venga, él dice que recorre las calles de vez en cuando.

P.- ¿Hasta su casa llegó la otra movida policial?

R.- Perfectamente escuché gritos, carreras, sirenas, el helicóptero. Ya por la tarde había hablado con el mando policial e imaginé lo que podía pasar.

P.- ¿Podía imaginar la bronca posterior?

R.- Le dije que disgregara a la gente porque se veía una concentración fuerte de chavales, grupos que provocaban a la Policía.

P.- ¿Usted dialoga con ellos?

R.- No les tengo miedo. Cuando vuelvo a casa por la noche procuro hablar con ellos. No les digo que soy presidenta, pero sí que piensen que hay vecinos descansando.

P.- ¿Le hacen algún caso?

R.- Muchos sí, hasta te piden perdón y recogen sus cosas. Pero también te pueden decir: ‘Váyase usted del barrio porque esta calle es nuestra’.

P.- ¿Todos los vecinos son tan dialogantes?

R.- Tenga en cuenta que algunos están muy hartos e incluso han pensado tirar agua por la ventana.

P.- ¿Qué es lo mejor del barrio de Malasaña?

R.- Su situación: vivir en el centro es un chollo, yo no tengo coche ¿para qué?

P.- ¿Queda el sabor de barrio?

R.- En las tabernitas… pero nos gustaría que hubiera más vida de día que de noche, aquí se dieron muchas licencias sin tener en cuenta que era zona residencial.

P.- ¿Malasaña es el Montmartre de Madrid?

R.- Algunos quieren compararnos con Montmartre, por su vinculación con el arte.

P.- ¿Con una presidenta de vecina?

R.- Sí, Esperanza Aguirre vive aquí… como una vecina más (risas).

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