Blair y Elvira Rodríguez

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

A esta columna de humilde opinión, (uno no quita ni pone presidentas), le podía haber titulado: ?ahora me toca a mí?? pero me parece obvio que lo estoy haciendo. Y lo hago con todo el respeto que tengo a los lectores de Madridiario.es, esta web de libertad que es ventana abierta a Madrid y a sus ciudadanos. Si algo tengo que me enorgullezca es la amistad con Constantino Mediavilla que es periodista cabal y amigo para prestarle mis únicos zapatos, llegado el caso y en tiempo de lluvia. Y si se quedara sin caballo me bajaría de él para prestárselo y seguir la batalla a pie.

Sucede que una opinión, (sin duda que tan personal como errónea para algunos), ha desatado un volcán de ríos de tinta y de mensajes. Nada más lejos de mi intención que molestar a Doña Elvira Rodríguez, presidenta electa de la Asamblea de Madrid y que sea por los años que Dios quiera. Sencillamente decía lo que pensaba, y eso ha provocado que me lleguen más correos de los que puede soportar el servidor de mi correo electrónico, (está ahí abajo indicada la dirección y además pueden opinar acerca de este artículo, es una de las ofertas que tiene este medio).

Los remitentes se han molestado con mi apreciación de Doña Elvira, en adelante Ilustrísima Señora y me suena a que no es casual. Es posible que en alguna delegación del PP les hayan puesto como tarea: ¡anda, envíale un correo a este idiota para que vaya sabiendo con quién se las gasta! Pues bien: el idiota ha recibido el mensaje.
Y digo que no es casual puesto que la misma tarde en la que publiqué la columna ya la Señora Rodríguez, Ilustrísima Presidenta de la Asamblea de Madrid, me envió a un propio para ponerme a caldo. No le había gustado esa idea de la patada hacia arriba y menos que dijera lo de los sindicatos, (porque ella ?siempre ha tenido una relación exquisita con ellos?). Bueno, pues dicho queda y por esa parte no añado más.

El asunto de los voluntarios que escriben me recuerda aquella anécdota de una manifestación de la Plaza de Oriente, en tiempos del ?Invicto?, que terminó a pedradas ante la embajada del Reino Unido, me sitúo en los tiempos de ?¡Gibraltar español!?. El entonces ministro de la porra, llamado del Interior, llamó al embajador de Su Graciosa para decirle si le enviaba más policías? y el británico estuvo sembrado en la respuesta: ?no, gracias, con que me envié menos manifestantes es suficiente?. Genial.
Lamento no recordar el nombre de los protagonistas pero lo cuento tal y como me lo narró en su día Fernando Díaz-Plaja con el que tuve el inmenso honor de compartir un ratito de radio. Fernando, te echo de menos, desde la distancia ideológica pero en la amistad personal.

Dicho lo cuál espero que estas líneas sirvan en mi descargo y para que los enviados puedan dedicarse a otras tareas más que a ponerme a caldo.
Tony Blair se agarró un enfado similar y llamó a la prensa de todo, incluso agentes al servicio del mal.

Uno sólo está al servicio de lo que cree y no tiene maldad, créanme.

Prometo, en lo sucesivo, seguir opinando con la libertad que me da este medio y estar a la altura de sus lectores. No tengo otro compromiso. Y de Su Ilustrísima, con la que he tenido siempre un trato exquisito, hablaré cuando toque. Le guste o no. Es mi obligación de cronista. Eso no se discute. Uno tiene libertad hasta para acertar en lo que piensa.

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