Nuestra Señora de Loreto

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

A Jose Luis Sestayo no le recibirán los Reyes en audiencia, y hasta es posible que el Gobierno no se acuerde de él cuando reparta distinciones del mérito al trabajo. Sestayo es el capitán del pesquero ?Nuestra Señora de Loreto?, pero además es un buen tipo y un poeta que ha sentido como nadie dejar a los inmigrantes que recogió en alta mar en los pantalanes del puerto de Libia. ?Los chavales lloraban al dejar el barco?, decía al verlos sentados en el muelle de Trípoli. Estaban cansados, decepcionados, engañados y sin rumbo pero en ningún momento le habían planteado un conflicto al capitán. Entre los inmigrantes y el español se había establecido una relación de amistad, una de esas extrañas convenciones que apenas existen entre caballeros del mar.
Sestayo es heredero de los marinos ilustrados: Gravina, Cosme Damián de Churruca y Dionisio Alcalá Galiano, incluso del almirante Cervera y si me apuran de Elcano. Por coraje no ha sido, le ha echado un par de pelotas al recoger a unos náufragos a los que intentó llevar a España o a Italia pero las leyes de emigración se lo impidieron. Entonces de su barco hizo albergue de vivos y panteón de muertos, en la bodega buscó espacio entre las cajas de quisquillas para alojar a un muerto, no quiso lanzarlo al mar como hubieran hecho otros. Le ha importado poco perder cuatro días de pesca, antes está el hermano que el boquerón, antes socorrer al náufrago que el negocio. Pero no crean que todo el mundo en la mar es como Sestayo, también los hay que pasan de largo con sus yates donde ven atardecer con un Martini en la mano y unas pateras como decoración del paisaje.
A estas alturas que un hombre se preocupe de sus semejantes es noticia, y que sea capaz de compartir cubierta, agua, pan y mantas. Sestayo igual no lo sabe pero se ha convertido en esos héroes anónimos de los que se habla durante unos días para luego no volver a mencionar nunca. Así es el precio que le damos a los ilustres, el abandono más inmediato.
A él le hubiera gustado traerlos a Europa pero las leyes no están hechas con el corazón, y como hombre sensible le ha partido el alma ver como esos desgraciados son devorados por la miseria de África. Es posible que lo vuelvan a intentar, si son capaces de reunir el dinero para dárselo al mafioso que hace las listas de embarque. El riesgo de su aventura es que paguen con la vida las ganas de mejorar. Mientras exista un Sestayo en el mediterráneo estarán a salvo, saben que él los recogerá? vivos o muertos. Lo que ha hecho este hombre es como para darle un premio y que lo recoja junto a Bob Dylan, se merece el reconocimiento por ser un digno hijo de la mar, un noble marino sin entorchados de almirante.

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