Chapa y pintura

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

A Zapatero le pasa lo que a los Stones: siempre toca lo mismo, no esperen de él otra cosa. El presidente puede dar un mitin de dos horas sin aflojar las cejas góticas que te apaña. Aprovecha la tribuna del Congreso porque sabe que los grupos hacen caja en las galas con directo, ya que su pensamiento te lo puedes descargar gratis por internet (ocupa medio gramo de giga, justo la cuarta parte de la canción del verano).
Y de ahí no le saquen, estamos ante el elogio de la obviedad, su discurso-pregón de ayer valía también para un final de curso en los escolapios: el año que viene nos portaremos mejor, seremos más educados, más responsables y haremos los deberes. Ya sabemos que después de López Alegría y de Pedro Duque, España envió a ZP a la Luna para que se convirtiera en el tercer español que experimenta la falta de gravedad; de ahí su alto grado de satisfacción. Floto, luego gobernamos.

De los problemas reales poco; tibias referencias al futuro como si fuera un país al que nos dirigimos y donde seremos más altos. En el Parque Futurásico de Zapatero, todas las especies conviven en paz, buen rollito y comida gratis. Allí todas las horas son de puesta de sol para que no salga una foto mal hecha. Y el que no se lo pase bien en el Parque Futurásico es un triste que no se merece que le gobiernen.

Ni a Houdini se le hubiera ocurrido situar el pleno empleo en el año 2008, cuando nos manejamos con un índice de trabajo temporal en torno al 30%, que ya es para un Gobierno de izquierdas. El trabajo o es de calidad o es un parche, una quimera, un frusfrus servido con pajita en un cóctel de marquesas ociosas.

En el colmo de la complacencia, que en el fondo es onanismo sentimental, el presidente anunció 2.500 euros por españolito que venga al mundo. Extraña iniciativa social que tiene algo de rifa popular y que se puede tomar como un bis de su concierto. Además, con lo estupendo que va a dejar el país lo suyo es que les cobre a los progenitores un canon de felicidad, una tasa de pañal por vivir en el lugar que más prospera y que más tranquilidad tiene.

Hasta las vacas suizas estudian cambiar de nacionalidad, porque, como en España, en ningún sitio, oiga. Se le escapó el ramalazo freudiano de haz el amor y no la guerra, como si los etarras cayeran en una emboscada de feromonas para luego pedirles que salgan con el cordón umbilical en alto.

A pesar del voluntarismo, al directo de Zapatero le falta gas; será porque no cuenta con un Keith Richards en su Gobierno (hasta que no te caes de un cocotero como le pasó a Richards no le encuentras sentido a la vida). Su discurso es monolítico, una chapa. Y las medidas anunciadas poco más que pintura.

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