Un pingüino en mi sopa

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Empieza uno a estar bastante hartito de las recomendaciones saludables del Gobierno. Con paciencia franciscana hemos asistido a los arreones contra el vino, nuestra forma de conducir, el fumeque y otros desmanes. Pero este asunto del aire acondicionado clama al cielo que ya está muy caliente por culpa de una bocanada africana. Llega la ola de calor del año y nos recomiendan que abandonemos el aire acondicionado para ser solidarios con la capa de ozono. Como diría un poeta: ¡y una leche!, hemos llegado a este nivel de la sociedad del bienestar como para volver a los calores de antaño. Que se ponga la boina de pana el señor ministro y que se le mojen las entendederas de calor, no te fastidia, hombre.
Hoy, quién tiene un aparato de aire acondicionado tiene un amigo, y no pueden arrojar sobre nuestros hombros de consumidores las iras de la contaminación mundial. Hasta que no aflojen el aire acondicionado en los despachos de los altos cargos y resto de organigrama público que les den aire con un abanico. Servidor no se cree que en los despachos oficiales, donde se fuma con total impunidad, se vayan a subir los grados del aire acondicionado en señal de gesto solidario. De ser cierto, el Gobierno en pleno tendría que abandonar la corbata y seguir el ejemplo de Japón donde hasta su primer ministro, Junichiro Koizumi (el Richard Gere del sol naciente), lleva una guayabera muy lustrosa para ser consecuente.
Lo que no es de recibo es que al españolito cuando pone el aire acondicionado de su coche, (el que ha comprado no sin notable esfuerzo), le entre complejo de carcelero en Guantánamo. Eso no vale. Y que se nos trate de zoquetes de las frigorías, unos desalmados con el mando del aire que convierten el salón en una sucursal del polo norte donde hasta la humilde barquita de palillos ?made in Santa Pola? se transforma en una copia a escala del buque Hespérides. Escarchados ciudadanos sin conciencia, amantes de los catarros y de las estalagmitas. Tipos que van al cine en julio con bufanda y que tienen al oso polar como animal de compañía en lugar de la socorrida tortuga.
La imagen del anuncio no puede ser más lamentable, explota nuestro lado gañán, pero no es justo que nos crujan ahora que hemos ahorrado para un pingüino doméstico, un aparato que enfría las tardes de domingo y que escarcha la sopa como si fuera un charco en diciembre. No es normal que se preocupen por nuestros mocos, es mucho mejor que nos fusilen de forma aleatoria, no merece la pena vivir tan controlados. Terminarán vendiendo el aire acondicionado de contrabando. ¡Viva la insumisión de la frigoría!, ¡se van a enterar!

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