Rogamos disculpen

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

INSOLENCIA PASAJERA

El fuel, como la estupidez, siempre flota porque las manchas ya sean intelectuales o de combustible, no se pueden ocultar. Magdalena Alvarez inspecciona la zona del desastre ibicenco en la cubierta de un barco: las olas le balancean de manera desacompasada, en toda la escena hay la tristeza de un tablao para japoneses donde el bailaor es cojo de los dos pies. La ministra no es Don Alvaro de Bazán e intuyo que nos transmite un mareo sincero, (en los bares del puerto donde beben y fuman los lobos de mar no busquen a la señora Alvarez). Cuando tenía todo pensado para irse de vacaciones se nos hunde el Don Pedro en un acto de insolidaridad ministerial, y encima en una costa turística. Uno asiste al mareo de Alvarez y lo comprende porque lo comparte, hay que ser Tom Hanks en la lancha de desembarco para no echar el decreto por la boca cuando el mar se desestabiliza.
Los hedores del fuel provocan efectos secundarios, de ahí que al vertido incontenible de espasmos oscuros le llame «simple reguero», y diga que las maniobras para taponar la herida se van a «acelerar al máximo», amén de darnos unas explicaciones prolijas acerca de una malla que iba a impedir la llegada del petróleo a la costa. Pero nasti: cangrejos, delfines y turistas alemanes dan fe de lo poco tupida de la red, hasta Narbona se ha contaminado. El petróleo adherido a las pantorillas de los turistas les dará un recuerdo indeleble de su paso por la costa ibicenca, si querían ponerse tostados se van a ir negros. El caso es que las ministras no aprenden, no se acuerdan de aquella definición del Prestige que dio Rajoy cuando se puso en presentador de Bricomanía: «son unos hilillos de plastilina». Sucede que cuando el alto cargo se pone didáctico la pifia, Jesús Sancho Rof definió a la colza como un bichito que si se cae de la mesa se mata. El gobierno debería tomar nota de los tiempos heroicos de la televisión en España, cuando había un problema aparecía una locutora de continuidad previamente empujada por unos pasillos interminables y decía: «rogamos nos disculpen, la señal se ha cortado por problemas ajenos a nuestra programación». Eran tantos los problemas y tan largos los pasillos que la locutora estaba en plena forma, incluso corrió en Munich 72.

Urge la creación de un director general de marrones dispersos con categoría horizontal en el escalafón, que sirva para un desastre ecológico o para una explicación contable. Un valiente, más arrojado que uno de los divinos de Pamplona, capaz de explicar lo del cheque bebé y también la crisis del Don Pedro. Así evitaríamos mareos innecesarios y patinazos inoportunos. Hay que dejar que los técnicos hablen y que los ministros guarden respetuoso silencio, me consta que es difícil pero igual lo conseguimos. Mientras más se pegue la ministra al casco del Don Pedro más al fondo se irá. Con sus definiciones me voy a hacer un trivial para pasarlo en grande en la piscina con los amigos, también lo de Sodoma y Gomorra empezó como un simple reguero, (luego se complicó).

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