Pedro Pilatos

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Ejercer la prostitución es penoso siempre, y en ocasiones también ser concejal lo es. De otra manera no se entiende que a Pedro Calvo le dé igual donde vayan las prostitutas que se ganaban la vida en la Casa de Campo. Él constata que «teníamos un problema y lo hemos eliminado» -la frase no es suya pero se la puede apropiar cuando guste-. Uno pensaba que Madrid es una ciudad solidaria que se preocupa por su población marginal, pero igual es que con trasladar el marrón de sitio nos conformamos. Sería muy triste pensar que una vez expulsadas del paraíso no nos importa qué será de las aves de paso, dejando a su destino a esas mujeres subsaharianas que alquilan su cuerpo porque antes alguien les compró su alma, como si la mala vida fuera un viaje sin retorno. De esa forma, las abandonamos a su infortunio y que el diablo haga con ellas lo que quiera. Si el pueblo no tiene pan que coman brioches, como dijo la cursi de Maria Antonieta.
Tantos años de polémica por los parquímetros le han puesto una coraza en el sentimiento; ahora se lava las manos cual Pedro Pilatos y mira para otra parte. Más bien parece que el problema era geográfico cuando todo el mundo cree que es un asunto de mayor calado. Podrán ser putas, pero antes son personas y no creo que ejerzan un trabajo en pésimas condiciones para que se les pague con el pasotismo oficial. Cuenta el concejal, en la sede de los cursos de la Rey Juan Carlos, en Aranjuez, que tal vez se hayan diseminado por otros municipios de Madrid. Repartir el chapapote no es la mejor manera de controlar su vertido sino de contaminar más el entorno, como si universalizando los problemas podamos dormir más tranquilos. Madrid tiene una obligación sanitaria con esas mujeres, pero sobre todo les debe el respeto oficial que la calle les quitó. A ver si hemos eliminado el tráfico en la Casa de Campo, no por una cuestión de atención ecológica sino para mandar a las putas al otro lado de la vía del tren. Eso lo hacían en los poblados del viejo oeste y no consiguieron más que darle un mayor acento marginal a la desgracia de las meretrices.

Ninguna de ellas asistió al curso Movilidad sostenible: ciudadanía y ciudad, ninguna de ellas se pudo pagar la matrícula para hacerle una pregunta al concejal ilustrado. Pero no estaría de más que Pedro Pilatos respondiera a: ¿se puede hablar de ciudadanía cuando se desentiende de una parte de la población porque se dedican al sexo?, ¿Se puede ignorar a unas madrileñas en función de su trabajo por ingrato que éste sea? Esta corriente de FEM (Formación del Espíritu Municipal) no mola nada: por quitarlas de en medio y por cerrar los sex-shops del centro de la capital no se les ayuda. Al contrario, en sus cuerpos mil veces vejados, en sus caras sin rostro, pagarán los chulos el destierro. A nadie se le puede dejar herido en una cuneta, señor concejal.

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