La gira de Sarkozy

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

La residencia de verano de los Bush tiene muchos motivos para ser evitada, sobre todo cuando uno viene de París y no tiene intención de comer mal. Por eso Cecilia se quitó de en medio con una excusa parda, lo importante era preservar el buen gusto y daba igual lo que dijera la prensa estadounidense. La Casa de los Bush debe oler a mantequilla de cacahuete a dos días de caballo, por lo tanto es una tragedia para el estómago. Al titular, (es decir al presidente de la República francesa), no le quedaron más narices que asistir encomendándose a San Bicarbonato que todo lo cura y decir que su santa estaba perjudicada por el aire acondicionado de los comercios.
Lo mejor fue la intervención en el jardín, Sarko con las manos en los bolsillos del pantalón vaquero y haciendo unas risas, parecía que pensaba: «tú serás el presidente de Estados Unidos pero yo soy Sarkozy, cuidadito chaval que me visto en el sastre de Napoleón». Y Bush reía porque los efectos secundarios de la mantequilla de cacahuete son espantosos.

Los hay que este verano siguen a José Tomás de plaza en plaza, sin desmerecer la obra del diestro de Galapagar que en Málaga estuvo «cumbre», me apunto a seguir la gira de Sarko. Incluso aventuro que al salir del rancho de los Bush llamó al cocinero de El Elíseo para decirle: «François, anda hazme la cena que estos tíos no tienen ni idea». Una gira que nos llevaría a un pedazo de barco y a un cortijo en condiciones y sin reparos, así como hay otros que negarían en la hoguera haber estado en el barco del Pocero, a Sarko le parece estupendo pasar las vacaciones de la mejor manera posible. Eso de tener amigos ricos, lejos de ser una indecencia es una comodidad porque son los que pagan los gastos, y a un rico norteamericano no hay cosa que le ponga más que ser amigo de un francés con posibles.

Sarko se levanta a la hora en la que la familia Bush aún duerme, él con el gorrito de Mickey y ella con el salto de cama de Wilma Picapiedra. Y después da unas carreritas por el bosque para ver el estado físico de la seguridad que le acompaña. No está tan sansón como Aznar que podría darle clases de abdominales al novio de Ana Obregón, pero para llevar pocos meses en la presidencia está hecho un jabato.

De esa forma volverá a París feliz y relajado. No me hagan mucho caso pero creo que en el bolsillo llevaba un cenicero robado a los Bush. Desde aquel ataque de risa de Yeltsin junto a Clinton, (provocado por otra comida lamentable), no se había vuelto a ver a nadie tan feliz en sede oficial.

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