Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
El encuentro de Esperanza Aguirre y el líder de los socialistas madrileños tuvo algo de reedición de aquel momento histórico: «¿El doctor Livingstone?, supongo», Aguirre en plan Henry Morton Stanley, enviado especial del New York Herald a la selva política. Y Gómez le respondió: «Que sí, que soy yo, te lo juro». Aunque parezca ociosa la aclaración, es necesaria, hace apenas unos días la presidenta no sabía quién era Tomás Gómez. Y, para evitar que lo confundiera con un guardabosques se puso un traje de liberal. Pero muy liberal, por dentro y por fuera.
Una vez presentados, Gómez le hizo una propuesta a Esperanza Aguirre un tanto sorprendente: eliminar el impuesto de patrimonio. Y Aguirre sonrió, muy bien Tomás, justo eso es lo que yo digo desde hace mucho tiempo, me alegro. En otras palabras: ir a la Puerta del Sol con una propuesta liberal es como presentarse en la casa de Jonnhy Walker y pretender venderle una botella de whisky peleón. De ahí que la presidenta haya quedado fascinada con el nuevo fichaje del socialismo madrileño con el que tantas coincidencias tiene.
También le podía haber dicho que no fuera Chacón, o copiota, aunque los tiempos políticos andan por esas sendas de calcar aquello que se anhela, y con descaro. Maldad por maldad, de haber sabido que pensaba así le podía haber incluido en las listas del PP. Pero Aguirre tiene con él una cuenta pendiente: la bandera, y dice que si no la pone en el Ayuntamiento de Parla ella le envía un mástil. O lo que es lo mismo, que no hay que arrugarse porque un palo se le pone a cualquiera, (siempre en sentido metafórico e iconoclasta).
Para su alternativa en la plaza de la Puerta del Sol del otro día, Tomás Gómez ha adoptado el sobrenombre de «El Liberal». Los suyos están en un pasmo, normal es que cambie la cuadrilla pero raro parece que hable de un «nuevo socialismo». Es casi como si José Tomás se volviera antitaurino. Bien está una dosis de discrepancia pero sin caer en el agnosticismo, caramba.
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