El lobo sigue en el bosque y Caperucita lo ignora

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Antes de que el juez Bermúdez tecleara la recta final de la sentencia, mucho antes de que pusiera fin a los hechos probados, el sumario del 11-M ya era usado como garrote bitensión, (vale igual para el Gobierno que para el PP). Tan animada está la pelea que los participantes ignoran lo básico: la sentencia debe dar satisfacción a las víctimas y éstas se sienten frustradas, por lo tanto empezamos mal la reconstrucción moral de una catástrofe colectiva. Aunque resulte increíble el tribunal no redactó un texto para echarle tierra a los ojos a Acebes, o a Blanco, sino el mejor texto posible de los hechos probados durante la vista. Y, a tenor de los enormes huecos que deja, durante la instrucción quedaron unas dudas más que razonables que llevan a la melancolía, y señalarlas no es tener carnet del Club de la Amistad presidido por Ángel Acebes. Son las víctimas las que muestran su descontento y la mayor parte de las portadas de la prensa internacional que recoge lo incompleto del fallo. Parece que hay que conformarse con que a la banda ETA no se le cite en ninguna parte y echarle la culpa de todo a la prensa que muestra su disconformidad, ?¡qué le pongan unos cascabeles a Jiménez Losantos!? se ha llegado a escuchar. ¿Entonces quién tramó un argumento viscoso que provocó el mayor atentado de la historia de España? Al descansar las conciencias en los terroristas de Leganés todo se justifica en aquella explosión brutal que acabó con sus vidas, pero igual les estamos dando un poder bélico que no tenían esos desgraciados. Tratamos a los suicidas de Leganés como si fueran el mejor comando entrenado por Rambo, capaces de muñir una estrategia de guerrilla urbana más elevada de las que enseñan en las academias de operaciones especiales. Los de Leganés tenían una capacidad de actuación por encima de la media, eran unos turbantes verdes expertos en artes marciales: intente usted quedar con un amigo en Atocha en hora punta como para lograr que unos relojes se sincronicen en varias explosiones simultáneas. Y por ahí nos adentramos en el silencio de los servicios secretos, en las conexiones del crimen y en los que adoptan por costumbre robar algo de dinamita por si algún día viene un tipo de Tetuán a preguntar si tienen mercancía.
En esta revisión del cuento el lobo se ha hecho cazador y la madre de Caperucita duda entre dejar a la niña que cruce el bosque con su desparpajo adolescente, o comprarle un antibalas por lo que pueda pasar. El lobo, ya tenga turbante o alas de ángel custodio, respira fuerte en la sombra, busca el camuflaje de las ramas y guarda silencio; que se haya adentrado cien metros más en el bosque no significa que no vigile. Con estos ?pequeños flecos? que deja la sentencia se pueden hacer varias colchas de dudas, de las de nudo grueso para un invierno que llegará hasta finales de marzo. Al no señalar al muñidor de la masacre dejamos abierta la puerta a que ésta se pueda repetir; sólo conformarse con que ETA no andaba por ahí no es suficiente, ¿quién lo encargó y con qué motivos? Vaya usted a saber por qué desde que se hizo pública la sentencia, (y ya es casualidad), el monumento de las víctimas de Atocha se desinfló. La explicación técnica es que un fallo le ha quitado presión a la sala, (¡justo!, eso es), y ese fallo dejó a la sala falta de lustre, es un error semantico-froidiano que simboliza muy bien un estado de ánimo. Pero las víctimas son las grandes olvidadas, tendrán que caminar el resto solas. La noticia es que el pen-drive con la sentencia es utilizado como garrote de dos españoles que se pelean en el barro, una imagen que Goya adelantó hace doscientos años, mucho antes de que se plantaran las vías del tren de cercanías.

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