Las obras pías de Magdalena Álvarez

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Zapatero se comprometió a llevar el tren de alta velocidad a Barcelona el 21 de diciembre, (habló el presidente del Gobierno, palabra de AVE), y se pilló los dedos con la carretilla del cemento. Lo que tenía que ser un asunto de tren futurista se le complicó en un inesperado problema de cercanías, aún no resuelto, por lo tanto calculó mal la distancia de su oferta pero lejos de despedir al maestro de obras se ha puesto él el casco de currante. Habría que preguntarse por qué ha decretado la reputación política de ?Maleni? como zona verde especialmente protegida. Las cosas de la ministra son parte de la biosfera política, que nadie ose ponerlas en cuarentena.
Por su parte, ella, la Ministra de Fomento, (de fomento muy a su pesar), ha reeditado La Armada Invencible reservándose el papel de Don Álvaro de Bazán con tetas. De ahí que enviara a sus trenes a luchar contra la fuerza de los elementos; no se conoce precedente en la historia de la geología española en el que hubieran concurrido tal alto número de agujeros en tan escaso espacio de terreno. Pero a la señora Álvarez hay que reconocerle su gran tesón: ni dimite, ni se achanta, y desprecia las críticas de todos los grupos del Congreso (menos el suyo) que pidieron insistentemente que abandonara su actitud y asumiera el marrón que le corresponde. Pero la ministra erre que erre, raca-raca la matraca, y que no. Llevada por su actitud que es casi obcecación, podríamos pensar que ?Maleni? tiene vocación de fundar una orden monacal: la Orden de los que Aguantan lo Suyo. Algo parecido a lo que escribió José Martín Recuerda en ?Las Arrecogidas del Beaterio de Santa María Egipciaca? que en Granada reconducían las vidas de aquellas mujeres que se apartaron de la rectitud del camino. Las nuevas arrecogidas serían las, y los, que piensan que cuanto peor, mejor. Unos mártires de la opinión pública que aceptan el castigo como camino redentor.
Ya no es tanto que se incumpla la palabra del presidente del Gobierno, (sin querer ofender con la comparación, todos los que hayan hecho obras en su casa saben que nunca se cumplen los plazos), sino que se le está mosqueando el votante catalán. Y, de paso, el del resto de España que piense que aquello de las barbas del vecino. Desde luego le podemos echar las culpas a Cascos pero no creo que le vayamos a estropear su jornada de pesca en el río. Lo grave es la escasa cintura que tiene el Gobierno cuando se trata de responder a un serio problema de transporte. En esta cuestión no hay que sacar los colores políticos sino exigir el cumplimiento de la normalidad y, en todo caso, explicarle a los ciudadanos que hacen colas kilométricas que el caos tiene fecha de caducidad. Lo demás es pura anécdota sin asfaltar.

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