El troncomóvil de Esperanza Aguirre

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

En cierta ocasión, una Eminencia de la Iglesia cuyo conductor se había perdido por unos caminos sin señalizar, bajó su ventanilla para preguntar a un paisano cuánto tardaría en llegar a la capital. La respuesta fue rotunda: «Monseñor, eso depende de la velocidad a la que se vaya», y aquel hombre siguió dedicado a las faenas de la tierra. Entonces Su Eminencia descubrió la teoría de la relatividad de Einstein aplicada a un coche sin GPS.
La presidenta regional quiere cambiar el combustible de los coches oficiales para contaminar menos, (quizá si redujera su número tampoco sería mala idea). Aguirre, como una adelantada de la cumbre de Bali, promete adaptar los motores de la flota y abrazar el gas como combustible limpio.

Más de uno podría pensar que Aguirre quiere gasear a algún consejero, cuando en realidad tratándose de un retoque de motor es también una reforma por «un tubo». Puestos a contaminar menos, el coche de punto es más ecológico y le da un toque de elegancia a los vehículos oficiales del que ahora carecen. Al trote del animal y con los chasquidos del látigo, (acompañados de las imprecaciones del cochero), todos sabremos que vienen los consejeros por la calle Mayor. Ahora que hemos inventado el cambio de guardia a lo Buckingham en la Plaza de Oriente, es el momento de regresar al carruaje. Un paso más allá sería el simpático troncomóvil de la familia Picapiedra, nada aconsejable puesto que la propia presidenta tendría que contribuir a la tracción con sus tacones. No es adecuado.

La reforma de los motores de la flota regional llevará un tiempo, incluso no se descarta que se tengan que acoplar unos depósitos poco estéticos sobre el maletero. Los coches tendrán más aspecto de OVNIS que de modelos de fábrica alemana, pero serán acordes con el medio ambiente que de eso se trata. Hasta es posible que, debido a una mala carburación, del motor salgan ruidos de la selva, extraños borborigmos. Todo aquello que se propulsa a gas tiene el riesgo de sufrir aerofagias asfálticas.

Otra cuestión es que la velocidad punta se reducirá sustancialmente, (quizá más que eso), y por ejemplo para subir la Cuesta de la Vega hayan de desprenderse del exceso de equipaje como si fueran un globo aerostático de los que maneja González Grenn. Es posible que se tenga que bajar el personal para que el vehículo ascienda de manera asmática hasta coronar Bailén. De esa forma Güemes no se despeinará en caso de utilizar un descapotable.

Todo menos llevar los coches al Taller Cibeles en caso de avería, porque allí le iban a tocar los frenos. Aguirre, como Su Eminencia, ha aprendido a no preguntar cuánto se tarda sino a adaptarse a la velocidad a la que se marcha. Que las prisas son propias de ladrones y de toreros malos.

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