Faltas de ortografía en sede cultural

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

No se debe acuchillar al diccionario por la espalda, hay que tener un respeto por la sintaxis y cuidarla para que no se extinga como lo hicieron los bisontes en las grandes praderas de Norteamérica. Y, entonces, aparece Juan Ramón Jiménez y recuerda aquello de ?inteligencia dame la palabra exacta?, o Rubén cuando sostenía: ?no hallo sino la palabra que huye?. Pobre de mí que se me ocurrió pedir una edición de Cabrera Infante a La Casa del Libro a través de su página web, y recibí el siguiente correo electrónico: ?el pedido ya asido enviado?. ¡Ay dolor gramatical que es peor que un dolor de muelas! ¡Leche qué espanto de lapsus, qué tropelía en sede culta! Los huesos de Cervantes se removieron en la tumba y los verbos se pusieron en huelga como si fueran pilotos en semana santa.
?Ya asido? es una burrada escrita que no se levanta con una rectificación, (que por cierto no ha llegado). Lástima que Guillermo Cabrera no esté vivo porque le hubiera hecho llegar esta calamidad sintáctica como muestra de que lo que nos queda por leer. La policía debería crear una división en su brigada de delitos informáticos que persiguieran a los que cometen atrocidades en nombre del nuevo diccionario. Pero sería un diccionario de gritos más que de voces, de palabras alicatadas, de kamikazes gramaticales, abortos sintácticos, monstruos verbales, eructos de monaguillo. Un seísmo es el ?ya asido? que me remite La Casa del Libro. La policía debería perseguir el delito cometido contra el verbo haber, e incluso hacer un registro de los delincuentes más comunes. Y, en la entrada de los centros culturales, hacer un cacheo aleatorio de los sospechosos porque uno nunca sabe en qué momento van a destrozar la lengua. E incluso, ¡por qué no!, crear un carnet por puntos que impida escribir a los que faltan el respeto a los verbos activos e transitivos. De todas las faltas que puede cometer el hombre sin duda que las gramaticales son las más furiosas. Sin una lengua no hay expresión, sin expresión no hay vida, sin corrección no hay orden en el cosmos gramatical. O lo que es lo mismo: una Torre de Babel entre hablantes de un mismo idioma. La repanocha; la muerte de la poesía por deshidratación de las palabras.
Con este sentimiento de dolor sintáctico volvemos al concepto del 98, a la pérdida de las colonias y de la esencia de la patria mal redactada. Y no exagero. En el lugar donde se da ?el tiempo? en las televisiones, se debería colocar un espacio para ilustrar a la ciudadanía y liberarla de la esclavitud de la ignorancia. Todo sea en beneficio de crear generaciones de españoles que respeten y amen a sus verbos tanto como a ellos mismos.

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