El largo adiós de Rajoy

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

El largo adiós de Rajoy

Dos debates cara a cara, luego las urnas y más tarde la realidad han convertido a Mariano Rajoy en cariátide de sí mismo. Es el conde de Montecristo de la derecha española, atrapado en las contradicciones que no le dejan salir: su partido creció de manera espectacular pero no suficiente. Rajoy debía haber anunciado su retirada, (que no huida), al día siguiente de soltar un ?adiós? en el balcón de Génova que sonó a despedida final en ?Casablanca?. Antes de comparecer ante los medios de comunicación pasaron unas largas horas en las que los suyos sintieron inquietud: Pizarro, Soraya, Acebes, Camps, Aguirre y Gallardón se miraban las manos por si alguno iba a tirar de revolver y disparar primero. Hasta que no apareció en la sala de prensa del PP, todo eran especulaciones y análisis del vuelo de la gaviota. No pasemos por alto que estamos en los idus, a Rajoy le hubiera bastado ese párrafo que Plutarco le dedicó a César: ?lo que es más extraordinario aún es que hasta un invidente le habría advertido del grave peligro que le amenazaba en los idus de marzo?. En la sala de prensa reflexionó en alto para anunciar su candidatura al congreso de junio, a partir de ese momento Mariano Rajoy se convirtió en el problema que tiene el Partido Popular. La casi victoria de las urnas no le vale, tampoco la estrategia de la campaña, pero mucho menos él mismo porque la defendió.
Rajoy, autor de sentencias al estilo de Gracián, una persona a la que le gusta recordar al conde de Romanones, (autor del ?¡joder, qué tropa!?), acabó su comparecencia con otra frase para ?marianistas?: ?esto es lo que hay?. Y, entonces, los suyos adaptaron la letra de Joan Baez: ?no, no te moverán?, todos unidos entorno al líder y ni una sola grieta aparente. Nadie se atreve a mirar al emperador a los ojos pero la decisión de Rajoy no impide que continúe el mar de fondo. De aquí al mes de junio habrá aparecido un tapado con ganas de retar al jefe en el campo del honor, y entonces saltarán las chispas que ahora se contienen. A todo domingo de Ramos le continúa una larga semana, en este caso meses de pasión.
No cabe dudar de la bonhomía de Rajoy y es posible que alargue su adiós justo hasta el congreso por no destapar la caja de los truenos días después haber perdido unas elecciones que el sentido común llevaba a haberlas ganado. Luego algo no se hizo bien, luego sería un suicidio repetir lo que estuvo mal. Su agonía como líder tocado le da aire a Zapatero que esta semana se ha recluido para dejar que sean los populares los que copen las noticias de portada; cuanto mayor incertidumbre popular mejor para los socialistas. El congreso de junio le ha dado tres meses de oxígeno a Zapatero que ahora presume de cruzarse sms con Bush y de hacer guiños europeos con Sarkozy.
Esa incertidumbre acerca de la sucesión, (aunque Rajoy sea el que suceda a Rajoy), provoca un extraño fenómeno físico en la sede de Génova donde hasta con la luz cenital del mediodía se aprecian sombras. Raro pero cierto. El tapado maniobra con la lentitud de un submarino que navega en silencio, y a pesar de su prudencia se ven asomar burbujas de aire que inquietan en el PP. Algo que no habría sucedido si Rajoy se hubiera apartado a un lado para tutelar el proceso de los candidatos, su partido puede presumir de banquillo. Pero un congreso con una sola lista no es tal sino la celebración familiar de una primera comunión.
Su niña, su famosa ?niña? le habría dicho: ?papá: ¿por qué no te callas? y dejas de salir al balcón de Génova?. En su resumen de ?esto es lo que hay? se encierra el testamento político de quién se resigna a ceder el paso por temor a que le den un pisotón.

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