Los pies de Dios

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Hay un Dios que viene a golpe de tambor y que ocupa el lateral de una avenida con gran modestia, un Cristo que es divino que va portado por hombres que le prestan sus pies, y un redoble de tambor y un monaguillo que suelta incienso por debajo del vestido. A toque de campana un paso con un Cristo hace estación de penitencia no sin dificultad, (como si la penitencia fuera ser un nazareno en la capital).
No es Madrid ciudad de paisajes recoletos como Sevilla, ni de solemnes calles como Zamora, aquí la semana santa se abre paso con la moto de un policía municipal que echa para atrás a los que le pegan al botellón en la acera. Puede que Jesús ocupara toda la calle a su regreso a Jerusalén, pero en Madrid al hijo de Dios se le da menos categoría que a la llegada de los Reyes Magos. Sin embargo, y a pesar de una cierta desidia municipal, Madrid tiene una hermosa semana santa que podría ser mayor. En Sevilla no se hace una reforma en el centro sin contar con la Junta de Cofradías, en cambio aquí cada año les ponen nuevas dificultades para que las procesiones sean más gimcanas que autos sacramentales. No se trata de hacer urbanismo a golpe de saeta pero al menos podrían vigilar para que los nuevos pavimentos de las calles peatonales no se conviertan en suelos de espejo donde los penitentes resbalan con la cera.
Hay un Jesús del Gran Poder que recupera el estilo sevillano en la calle de Toledo, un Jesús de Medinaceli al que sigue una multitud con el hábito morado, y un Cristo de los Gitanos que detiene el tiempo cuando surge de la oscuridad de la Iglesia de los Jerónimos. Los gitanos no han tenido a la Historia de su parte pero sí tienen a Dios sobre sus hombros, y ajustan su paso al de un nazareno que va camino de la cruz portado por gente humilde. A Jesús cuando le flaquearon las fuerzas no le ayudaron los príncipes sino Simón, ?El Cirineo?, que era alguien tan corriente como un gitano cualquiera. Ese espectáculo de fe gitana se puede ver en Madrid el miércoles santo cuando ya todo es noche y Pilatos se ha lavado las manos aún sabiendo que enviaban al hijo de Dios al monte Calvario.
Los cofrades mantienen la fe pero dudan de la meteorología, por eso miran al cielo con temor a que las nubes aguanten. Ellos, los que una vez al año osan retar la lógica urbana, se adentran en las calles con paso lento para no apagar las velas de las candelerías. Hay flores frescas y un tímido olor a primavera. Luna llena de Madrid que acompaña a las vírgenes enlutadas; agonía bajo palio. Una manera de ver y de sentir. No se pierdan de vista las zapatillas de los costaleros, sobre ellas descansa el paso de un Dios condenado a muerte. José de Arimatea le prestó el sepulcro y ellos sus pies a Jesús para que nunca camine sólo.

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