Ciertas maneras de perder el honor

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

A Eliot Spitzer, hasta ahora gobernador del estado de Nueva York, le ha pasado lo que le ocurre a los que se atan el honor al ombligo: cuando se afloja la tensión se les caen los pantalones al suelo. Este puritano personaje, látigo de la prostitución y padre ?ejemplar?, ha tenido que dimitir a la par que reconocía ser cliente habitual de un elegante prostíbulo. De cintura para arriba era un estricto y de cintura para abajo un bala perdida. Spitzer era un fauno con corbata, un macho dominante (con la cartera). Su dimisión se entiende, lo que no se alcanza a comprender es por qué tuvo que hacerla acompañado. La mujer de Sptizer pasará a la historia por haber sido destacada secundaria, sin frase, en este asunto. Sptizer debería pedir perdón, a su vez, por haber llevado a su esposa ante el altar del ridículo mediático. Nos podemos preguntar qué hubiera ocurrido en caso de haber sido el señor Spitzer el sujeto pasivo: ¿hubiera aparecido ella, con él a su lado, reconociendo que se lo había hecho con un boy? Mucho peor que un puritano es una explicación de puritano. Spitzer intentó colocar en la rueda de prensa lo de la abejita y la semillita pero no coló; será que al personal le aburren los documentales y prefiere el ?tomate? aunque esté un poco caducado.
Berlusconi nunca ha gobernado en Nueya York pero el cargo no le quedaría mal. El tal Berlusconi es ese tipo que recomendó en Wall Street invertir en empresas italianas porque ?las secretarias de mi país son las que tienen las piernas más bonitas?. Lo dijo con un par. Una barbaridad que ha superado en la RAI donde recomendó que las mujeres pobres se casaran con millonarios para salir de la miseria. Berlusconi no es que tenga ideas fascistas, es que directamente no tiene ni puñetera idea. Da vergüenza ajena sólo citarlo. Lo insólito de la respuesta es que se la dijo a una joven que, después de escucharla, ha cambiado el sentido del voto hacia la formación de Berlusconi. La osadía está premiada con la insensatez. De haber recomendado el suicidio como puerta de escape de las penurias, esa mujer lo habría tenido claro: dos botes de pastillas con un vaso de güisqui y adiós.
El ex gobernador Spitzer se levanta los pantalones y no encuentra motivos para sentirse avergonzado, como el buen niño ha pedido perdón y su mujer (convertida en madre), le acompañó. Berlusconi recomienda el sexo sin amor siempre que sea en beneficio de la cuenta corriente. Ambos son dos modelos de perder la honra por un comportamiento estúpido. Pero, como decían los Hermanos Marx, hay gente que no puede perder su honra sencillamente porque carece de ella, en su matrícula no consta la fecha de la última vez en la que sintieron rubor. Pobres, aunque sean muy ricos.

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