Los trajes de Madrid

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Cada vez que quitan los andamios
de una fachada en remodelación,
y más si el edificio está en el centro,
se arranca otro cartel de sastrería.
La tradición del traje a mano
se ha perdido, apenas continúa
la tradición artesanal Francisco
Carpio en la calle Esparteros.
Pero aunque Carpio sea el penúltimo
mohicano del dedal, no por
ello se dejan de “coser trajes” a
diario. Es más, si por los “trajes”
que se cosen y descosen fuera,
Madrid sería la capital de la sastrería
política mundial. Algunos más
cursis prefieren hablar de distintas
sensibilidades pero aquí nos
hacemos unos “trajes” que son de
amianto, porque torear se hace
dentro y fuera de Las Ventas. El
último apunte de corte y confección,
(no olviden que somos Villa
y Corte), viene de parte del Ayuntamiento
que se lanza a las obras
del eje Prado-Recoletos sin atenerse
a las recomendaciones de
la Comunidad. Y es que entre ambas
administraciones no es extraña
la temporada en la que no se
hacen unos “trajes” mutuos, muy
elaborados, muy pensados, muy
creados para la ocasión. Y todo
porque dicen que tanto a Gallardón
como a Aguirre sus respectivos
trajes les quedan pequeños,
es posible puesto que son dos cabezas
de cartel de plaza de primera.
La oposición, por su parte,
ha dejado caer las tijeras y contempla
como el PP dominante
marca estilo y tendencias. Siguiendo
con el símil de las costuras al líder
del PSOE regional, Tomás
Gómez, le haría falta encontrar “el
patrón” de su línea argumental,
(bien es verdad que en el PSM
hay personas capaces de hacerte
un roto antes de que llegue la
primera prueba).
Gallardón parece que le ha encontrado
el sentido de sus días a
hacerle la pascua a la Puerta del
Sol, insólito episodio de cainismo
político, más teniendo en cuenta
que él cedió el testigo a Esperanza
Aguirre. La penúltima disidencia
fue celebrar el 2 de mayo por
separado, y la más reciente la de
saltarse la preceptiva declaración
de impacto ambiental.
Ya veremos cómo acaba este enredo,
pero por si fuera oportuno
hay que recordar que al alcalde
le gustan los cuellos altos y duros,
y que la presidenta se viste
en Zara. Dos modelos incompatibles
de coser, cantar y gobernar.

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