Los locos de la familia

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Esta sociedad tan anestesiada en muchos sentidos, tan hedonista para lo ligero y tan insolidaria ante la enfermedad, se estremece cuando le llega la noticia de un esquizoide que mata a su madre y luego pasea su cabeza por las calles de Murcia. Y es cuando nos damos cuenta de la cantidad de personas que necesitan ayuda, y del poco caso que se les dispensa.
La locura es una puerta que se abre en el cerebro y que no tiene fondo. A la exposición sobre Goya que han creado en el Museo del Prado, ha venido un cuadro pequeño pero muy descriptivo. Gracias a esta muestra de lo mejor del pintor aragonés, ha regresado el cuadro ?Corral de locos?, pintado en 1793 y que se exhibe en un museo de Dallas. Nadie ha pintado mejor la locura que Goya, quizá porque él también conoció esos laberintos de la mente. El corral era un viejo caserón donde se apiñaban las personas que tenían la cabeza desahuciada; allí estaban depositados en unas condiciones penosas, medio desnudos, enajenados en sus voces y en sus sombras.
Hemos conseguido increíbles avances en la historia aeroespacial, tanto que ya es posible enviar turistas a la ?lejosfera? como el que se marcha a pasar una semana a Cancún, (bien es verdad que a precio de rico). Pero no hemos profundizado mucho en las causas que nos trastornan. Sí parece que conocemos sus síntomas, podemos establecer una escala de elementos externos narcotizantes: la gran ciudad, el estrés, la soledad, el alcohol, las drogas. Pero con perdón de Freud, la mente es un terreno por el que hemos avanzado muy poco, salvo algunos documentales apasionantes que emite Punset en televisión. También es posible que sólo los poetas hayan cruzado el umbral de la locura para escribir sobre el ser humano como si la poesía fuera una avanzadilla del prozac. En los versos de San Juan y de Santa Teresa hay anfetaminas en estado puro.
Junto a la mente de un enfermo que tiene perturbadas sus capacidades cognitivas está la de un familiar que lo tiene que cuidar. La violencia es una manifestación extrema que no todos los enfermos mentales presentan, pero sí todos necesitan de una atención exclusiva. Una malformación del cerebro se produce en un cuerpo pero se sufre en varios más. A los que dedican su vida al cuidado de otros habría que dotarles de una mejor seguridad. El siglo XXI debería ser el del conocimiento de la mente.
La imagen del asesino con la cabeza de su madre paseando por las calles, estampa de enajenación brutal, debería hacernos reflexionar si acaso no hemos dejado muy solos a los familiares de los esquizoides. Realmente es como si todos hubiéramos perdido la cabeza definitivamente. Corral de locos.

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