La bronca ?en-cubierta? de Leganés

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Era de madrugada cuando el cuerpo de un joven apareció junto a las playas de Malibú. Tomemos por playa madrileña al nombre de un local que mantuvo abierta sus puertas a pesar de haber sobrepasado la hora del cierre, y de haber sido multado por la policía municipal. El dueño calculó el importe de la multa con el volumen de la caja y decidió seguir adelante con el negocio. Lo cierto es que Bruno no llegará a cumplir veinte años porque en una pelea en el ?Malibú? fue condenado a muerte; los verdugos ejecutaron la sentencia en el Museo de la Escultura al Aire Libre. El cuerpo de Bruno quedó expuesto en el suelo, la silueta en tiza, a la espera de que el juez levantara la exposición de arte criminal que competía con las otras esculturas al aire libre, (un sarcasmo de término porque nadie puede ser libre mientras pague con la vida).
Junto a la Cubierta de Leganés se ha creado un parque temático de la violencia y de normas inculcadas. Los vecinos lo temen, y por eso se atrincheran los fines de semana, saben que hasta que amanezca se dará el asedio de los ?sioux? al fortín. Alrededor de la plaza se creó un negocio de copas, y alrededor de ese negocio creció la delincuencia. Crimen al margen, el Ayuntamiento de Leganés no puede con las broncas, y a base de sanciones administrativas no consigue hacer que se cumpla la legalidad. Habría que preguntarse qué puede hacer la Delegación del Gobierno para que cierren los locales a su hora, y para impedir que el ?Malibú? estuviera de jarana a las cinco y media de la madrugada.
Malibú es una de las playas de Los Ángeles, (California), junto a Santa Mónica y a Venice Beach, todas ellas forman una pasarela del bótox y del relleno de silicona. Cuerpos diez que compiten entre sí para saber quién es el más dorado, el más retocado y también el más insulso. Hasta esas playas no podrá ir Bruno porque le han quitado el placer de vivir sus días cuando apenas le quedaban horas a la noche. Todo mezquino y muy real, tanto como el filo de la navaja que se apoyó en su cuello como si fuera a mondar una naranja. Cuando las asistencias del SAMUR se personaron sólo pudieron certificar su muerte y acompañar a sus últimos latidos con inyecciones de morfina. Bruno es cadáver, ahora lo que hay que hacer es recuperar el pulso de la zona que también quedó herida.
Madrid lleva un tiempo acostumbrada a despertar con noticias de violencia. Y de la costumbre nace el hábito que se convierte en ley. La solución debe pasar por una reflexión urgente acerca de la calidad del ocio que tienen los jóvenes. Más que una oración por Bruno lo que hay que pedir es coherencia y trabajo por parte de los políticos. Y, llegado el caso, acabar con la impunidad con la que los empresarios se saltan las normas.

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