El productor sin escrúpulos

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Va a ser verdad lo del cambio climático, va a tener razón Al Gore porque nada más anunciar que viene el Festival del Porno a Madrid, las nubes prometen alejarse porque la tierra se va a poner muy caliente. Y mucho más se calientan los falsos productores de cine porno que van por las discotecas captando incautos e incautas que quieran posar con la verdad tan inhiesta como desnuda y venosa. Se buscan tipos que no sepan sonreír a cámara y chicas que fijan espasmos de felicidad aunque la pose invite al calambre y el partenaire deje mucho que desear; y a ser posible ellos con la verdad depilada y que se dejen los calcetines puestos, detalle que se aprecia como elemento de buen gusto en ese tipo de género de cine fálico, que algo tiene de bélico por la batalla carnal. La ceremonia de la confusión consiste en hacerles el timo del sheriff: chulean a las chicas, practican sexo y luego no les pagan, (muy a lo ?Coslada Connection?, siguen la doctrina Ginés al pie de la letra). Para sus fines costrosos se ayudan de los foros de Internet y de publicidad engañosa en discotecas. Y de esa forma consiguen sexo sin pagar y luego aprovechan el material gráfico para consumo propio o para colgarlo en la red. Son auténticos farsantes que practican aquello de que tu mano izquierda no se entere de lo que hace la derecha, puesto que con una mano empuñan la cámara y con otra el miembro viril que se abre paso a empellones entre carnes engrasadas por falsas promesas y tubos de crema. Ninguno de ellos es un depurado cineasta, muy al contrario ahorran en guión, (en ese punto son coherentes porque no ofrecen lo que no tienen: talento, ellos van al grano o mejor dicho a la peca que viene de pecar). Puestos a quedar mal meten la mano, meten la pata y así con todo lo que tienen hasta conseguir un guirigay que ofrezca un final feliz para sus intereses. Y si para ello tienen que alquilar una habitación de hotel, lo harán. Cualquiera puede ser un productor porno sin escrúpulos, no hace falta enseñar un título que acredite haber visto una película de Billy Wilder, muy al contrario se valora especialmente la condición de ágrafo audiovisual y se tienen en cuenta poseer un póster de Rocky en el cuarto. Con esos requisitos se echan al monte a cazar pardillos y luego exhibirlos para la posteridad con esa pose tan especial con la que se ruedan las escenas de cine porno. Más que nunca conviene leer la letra pequeña del contrato, en el caso de que lo hubiere, para no acabar como extra en ?El último tanga en París?. El séptimo arte es echarle cuento a la vida y conseguir calmar el ansia sexual con promesas de grandes contratos. No es verdad que los buenos contratos con sexo entren, y menos los que son tan fálicos como falsos.

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