Venta al por menor

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Ahora que se jubila Maldonado, el hombre del tiempo de TVE, nos quedamos sin el último gurú que era capaz de acertar el futuro, (según él más por oficio que por sabio). Ahora que todas las radios y todas las pantallas hablan de crisis sería muy de agradecer que apareciera alguien con pronósticos acertados. Los españoles siempre fuimos muy ?moros? para los afectos y muy morosos a la hora de hacer frente a los pagos, de ahí que se haya duplicado la morosidad en un año. También ha caído la confianza en el consumo, dicen que en las tiendas de Salamanca se ha dejado de vender el veinte por ciento. Crisis es cuando los dependientes están más preocupados por ver si alguien cruza la puerta que por cuadrar la caja. La caja apenas se cuadra cuando no hay nada para sumar. Los grandes analistas de la Bolsa no son capaces de dar una respuesta al pequeño comerciante.
Pudiera ocurrir, (y de hecho ahí está la subida de la morosidad), que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y dos pisos más. Nos hemos dejado engatusar por el señor Strómboli, el personaje del cuento de ?Pinocho?, que animaba a los niños al desenfreno diciendo: ?¡fumen, beban!, ¡hay para todos!?. Y como niños extraviados hemos acabado en la cárcel del capitalismo. La burbuja inmobiliaria es un concepto abstracto pero en sus consecuencias nos reconocemos todos. Aquí hemos asistido a la ceremonia del gasto sin límite, los mismos bancos que daban la hipoteca te lo ponían a huevo para que cambiaras de coche o le pusieras a la cocina unos muebles de revista.
Con perdón, esto nos pasa por horteras. Más que avanzar por la vía del ser, hemos profundizado en la peligrosa vía del tener. Debemos ser la nación con más pisos en propiedad por habitante, la que más renueva el parque automovilístico y la que más ha consumido. Nos van a echar en falta en el Caribe donde hemos neocolonizado cuantas barras y chirinquitos hay de Cuba a la península del Yucatán.
Y lo que es peor: hemos deteriorado las relaciones humanas hasta pensar que era más moderno hacer las compras en enormes superficies. Es ahora cuando uno echa en falta a la figura del tendero que fiaba a las vecinas cuando las cosas iban regular. Tampoco siento ninguna compasión de él puesto que el tendero vendió el local, compró tres pisos, especuló con ellos y ahora reside en un hotel de República Dominicana donde le llevan el desayuno en una barca y le ponen pétalos de rosas en el cuarto de baño.
Entre todos hemos llamado a la crisis. Tan necios somos que hemos asumido la idea de futuro como un paraíso del gasto. Somos los consumidores consumidos.

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