El muerto que estaba vivo

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

A una pareja de británicos les han condenado por fingir la muerte de él para cobrar el seguro, (ella). La policía ha llegado a la conclusión de que para que mister Darwin llevara cinco años muerto, tosía demasiado fuerte. Se les acabó el chollo y regreso a la vida de los mortales, vía cárcel.
Sucede que los presuntos muertos tienen una vida estupenda, España está llena de casos judiciales no resueltos y en los que se sospecha que el finado tiene una vida placentera, (Paesa, por ejemplo, del que se llegaron a publicar esquelas y luego aparecieron fotos suyas). Pero la condición de presunto fiambre excede la fama de los delincuentes de cuello blanco; esta semana en Madrid ha habido una trama de presunto suicida literario. Se trata del singular autor Luís Melero, (un tipo al que la fama le persigue pero él siempre ha sido más rápido), un taimado personaje de las letras andaluzas que se cree la reencarnación de Federico. Melero cuenta sus años, bastantes, por decepciones. Y todos sus fantasmas mezclados con manías persecutorias de primer orden, (está convencido de que su editora Blanca Rosa Roca le odia, de que su íntimo amigo Luís Algorri le ha defraudado y así hasta la eternidad de la mala leche). Su boca lava no arroja más que piedras de estupidez y hay que tener ojo no te vaya a dar con una de ellas.
Pues el tal autor escribió esta semana un largo correo en el que anunciaba su inminente suicidio puesto que la editora le estafa, los amigos le dan la espalda, y el mundo en general tiene una deuda con él. Correo no exento de momentos hilarantes, como cuando le dice a su sobrino que se haga con un ordenador que tiene en una caja en el cuarto de baño, (ahora sabemos dónde se inspira tan insigne literato). Y, tras maldecir a cuántas personas vivas se ha cruzado en su camino, incluidos revisores de la RENFE y monjas claretianas, se dispuso a morir. Pero no hubo tal muerte y, al cabo de dos días, Melero resucitó en forma de email. Lo contó en su blog y alguien le escribió debajo: ?¿pero tú no te habías suicidado ayer, so gilipollas??. Gracias al cielo que no hubo tragedia y que podemos contar con los insultos de este hombre para un tiempo; no hay nada más gratificante que tener un cabronazo de turno, alguien que se queje de manera constante y que te haga ver que por mal que estés, él siempre se encontrará peor. Recuerda el chiste de los dos que van por la selva y uno le dice al otro: ?¡joder, qué día, a ti se te muere tu padre y yo pierdo el tapón de la cantimplora!?.
Melero escribió un libro magistral, único: ?La Desbandá?. Es ahora cuando entiendo que es su biografía, la ?desbandá? que han dado sus amigos. Lástima de hombre.

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