El cura volador

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Ya lo dijo Teresa de Ávila que Dios podría andar también entre pucheros, pero donde no está es en las cabezas huecas. En Brasil han localizado los restos de Adelir di Carli, el cura que pretendía superar un récord de vuelo con globos. Lo trágico es que el mosén se ha matado en el intento, y lo terrible es que nadie le hubiera impedido su locura.
Las autoridades aéreas son muy estrictos con los permisos de vuelos, y las autoridades terráqueas deberían prohibir que una persona pretenda elevarse ayudado por mil globos de helio y atado a una silla que ofrecía menos seguridad que una acción de Martinsa-Fadesa, ¿cómo es posible que dejaran a este hombre que pagara con su vida una temeridad semejante?
El cura volador es la metáfora de una sociedad que está como una cabra y que se pasma ante los récords absurdos. Hace poco dieron por televisión imágenes de una persona que había ganado el concurso de comer perritos calientes. El ganador aparecía congestionado y probablemente al borde de la arcada. Lo más normal es que se hubiera atragantado con un trozo de pan y no viviera para contarlo.
Lo absurdo es una categoría que tiene mucho predicamento social. Y, me temo, que dentro de poco veremos a otro trastornado que intenta batir el récord de los globos de helio. Entonces volverán las cámaras a cubrir semejante portento, aquí no importa una vida sino mantener el espectáculo.
Mosén di Carli subió a los cielos como Elías, pero no iba en un carro de fuego sino en una temeridad hinchada. Pero la fortuna se vuelve suflé vulnerable cuando la apuesta es una locura.

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