Un profundo respeto por las víctimas

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Hay ocasiones en las que uno preferiría decir que trabaja de pianista en un burdel antes que reconocerse como periodista. Hay ocasiones en las que este noble oficio de contar las cosas pasa la línea del decoro. Familiares de las víctimas del accidente de Spanair han denunciado que algunos periodistas se han colado en los hospitales haciéndose pasar por personas próximas a los heridos, y también lo han hecho en la morgue de IFEMA. De nuevo nos podemos preguntar dónde está la línea entre informar y caer en el morbo, pero ese debate habrá que dejarlo para otra ocasión. Lo que ahora toca es pedir por la pronta recuperación de los heridos y consolar a las familias de los fallecidos. Una de las formas de cariño es el silencio, el mismo que hemos visto repetido en los distintos sepelios. Me gustaría que supiéramos acompañar pero callados, no entiendo qué aporta al sagrado derecho de informar ver cómo una persona llora ante la cámara.
La tragedia del avión de Spanair ha liquidado el verano. Podríamos sacar como consecuencia que somos un pueblo con enormes ganas de vivir porque hemos convivido con demasiadas catástrofes. También hay que destacar la serenidad de las familias, la prudencia que han tenido y que va un paso más allá de la buena educación. Han sido ejemplares pese a que la compañía tardó en dar la lista de pasajeros, han reaccionado a la perfección cuando les han llevado de un lugar a otro, han sido capaces de identificar a sus seres queridos a pesar de tener los ojos anegados en lágrimas. Ellos, los que callan y miran al suelo, merecen nuestro respeto. El mejor homenaje es dejar que lloren en privado y que administren su duelo como mejor quieran expresarlo.
Lloraban ayer las subcampeonas olímpicas de natación sincronizada después de haber ofrecido su medalla al cielo. Una vez más el pueblo ha sabido estar a la altura de las circunstancias, desde el norte hasta el sur no ha habido más que concentraciones calladas y funerales tristes. A veces también hay una lotería negra que toca a los inocentes sin que ellos supieran que llevaban décimos en el sorteo. Lo que ha ocurrido en Barajas nos ha dejado rotos a todos porque cuando se produce una tragedia colectiva nadie queda inmune.
Deberíamos aprender que no hay exclusivas cuando se trata de contar el trabajo de la muerte. Poco a poco iremos recuperando la confianza, cada uno pagará por la responsabilidad que le ha tocado, los expertos sacarán sus conclusiones. Pero no estaría mal corregir algunas cosas del lenguaje, por ejemplo dejar de llamar ?Terminal? a las salas de un aeropuerto. Y, también, que el mejor homenaje es un prudente respeto.

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