La octava víctima

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Los asesinos no respetan vidas ni horarios. A las cuatro de la madrugada un cuchillo zanjó las venas de la noche a la altura de la calle Covarrubias, pleno barrio de Chamberí, en el silencio del último día de agosto. Las venas de los inocentes cuando se parten gritan manchas secas a los cuatro lados de la pared y luego escalan al techo; allí hubo escándalo de saña y odio de doble filo cogido por el mango. Ella tenía 53 años, toda una vida por delante pero un marido que se le puso en medio, (de conformarse la autoría a este sujeto habría que quitarle la condición civil de viudo de su víctima para dejarlo en simple matarife de compañía). Para las estadísticas es la octava mujer que muere, presuntamente en manos de su pareja, en Madrid en lo que va de año. Ella es un número pero sus hijos nunca dejarán de considerarla su madre; lloran hoy algo que nunca tenía que haber sucedido. Ellos también han resultado heridos por la mano del asesino porque donde se mata a una inocente mueren también mil ilusiones de todos los que le querían.
De nuevo los vecinos reconocen que la pareja vivía en tensión y que, en ocasiones, escuchaban los gritos de las peleas, unas voces a las que sus oídos se habían acostumbrado como los pájaros a las tormentas. Esos vecinos hacen corros hoy en las calles del distrito de Chamberí, un poco por saber, un poco por informarse y también algo por el morbo de ponerle cara a una mujer muerta. Durante un tiempo se preguntarán si ellos no podían haber hecho algo más por evitar este crimen.
Para la octava víctima de la violencia machista en Madrid no ha habido un teléfono que marcar, ni una persona a la que pedir ayuda. Las medidas de protección son insuficientes, y así mientras el Ministerio de la Igualdad inventa números mágicos el contador de los verdugos sigue sumando: 8-0, (y acabamos de empezar septiembre). Un mes que ella no verá porque para la última víctima todas las paredes de su casa eran tapias de cementerio y todas las miradas de su marido un pelotón de fusilamiento a la espera de recibir la orden de ?fuego?. Ella, como casi todas las víctimas de esta violencia, se sabía condenada por un tribunal especial.
Hoy es día de regreso al trabajo, de contar batallitas del verano, de juramentos ante el espejo por esos kilos de más. Hoy no era el día para que la víctima número ocho hiciera el trayecto entre el tanatorio de la M-30 y La Almudena. Todavía un sol alto y caluroso nos indica que nos quedan algunos días del verano. Ella, la número ocho, tenía esta mañana una cita con el resto de su vida, pero le ha sido imposible acudir. Malditos sean los canallas que hacen puntería sobre la piel sana

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