La alerta que no fue

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

A veces el cielo muestra nuestras carencias de forma amarga como ha ocurrido en la noche de Coslada, y nos vemos tan asustados como el hombre de las cavernas, (pero vivimos en el siglo de las comunicaciones, y no tenemos miedo del mamut pardo). Podemos tener las carreteras más modernas y la capacidad de poner Internet de alta velocidad en el último rincón de las Chafarinas, pero las previsiones meteorológicas oficiales son una lástima; son malas tirando a pésimas con rachas de fuerte marejada y aguaceros intermitentes de estulticia supina mezclada con agua sucia. No es de recibo que la previsión oficial del tiempo no anunciara las lluvias torrenciales de la madrugada, unas cantidades que doblaron los cálculos previstos. Y del pasmo al espasmo de las alcantarillas que en lugar de tragar agua arrojaban lodo a dos metros de altura. Un espectáculo dantesco que provocó el pánico de vecinos y el desbordamiento de los servicios de urgencia que a duras penas podían avanzar por las calles.
La Comunidad no activó la alerta amarilla porque fracasó el pronóstico oficial, y aquí entramos en una cadena de lamentables consecuencias. Y, parece que otros servicios de previsión meteorológica, de origen privado, sí daban una alerta por fuertes lluvias. De ser cierto entonces deberíamos cambiar las funciones de la Agencia Estatal de Meteorología y tomar sus cálculos con el mismo rigor científico que tiene aplicar ?la cuenta de la vieja? a las sumas algebraicas. Si quién vigila el cielo desacierta, tendremos que cambiar de vigía porque el cielo nunca se va a cansar de ponernos a prueba. Diga lo que diga Al Gore, aquí ha llovido fuerte toda la vida pero antes por lo menos los pastores tenían el sexto sentido despierto y te avisaban cuando les veías guardar las ovejas, (ahora no hay ovejas porque todo el campo es pura recalificación municipal). Añádase a todo eso que el sistema de alcantarillado no ha mejorado desde los tiempos de Nerón, y que las rejillas se limpian solas puesto que no hay una política de especial atención ante las lluvias torrenciales. Ser un país de secano nos lleva a pensar que nunca tendremos problemas por exceso de agua, pero las inundaciones se repiten con una insistencia tan contumaz como previsible, (la balsa de agua en la carretera de Valencia a la altura de Santa Eugenia tiene vocación de lago, y así seguirá mientras Fomento no cambie el asfalto y mejore los desagües).
Parece mentira pero en lo que respecta a la previsión de lluvias haría mejor servicio un alguacil en bicicleta con una trompetilla, como en los pueblos de antes, y de esa forma los vecinos que duermen podrían ponerse a salvo de trombas e inundaciones. En Coslada llueve sobre llorado.

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