Pasiones mañaneras

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Hubo una vez en la que el Parlamento era todo tribuna, allá cuando Azaña decía que entre el Estado y la tribu no había nada. Luego nos hicimos ricos y empezó el despelleje de las televisiones de mediodía, (a esas horas se las reservan para meterse con Belén Esteban, y por la noche ofrecen despelleje de periodistas en canal). De tal manera que hasta las reuniones de vecinos tienen a su Maria Antonia Iglesias y a su Miguel Ángel Rodríguez.
La crisis podrá ser del sistema financiero pero la mala leche nunca cotiza a la baja, todo lo contrario. A estas alturas es español aquel que le grita a la tele con la boca llena de improperios; todo lo que no es deporte es también espectáculo de cachicuernas y empellones. El magma que nos une es un odio a fuego lento que hierve en el mando a distancia.
Luego sale Sánchez Ferlosio y dice que odia a España por un sentido intelectual, (Rubianes dijo la mitad y le cayeron vísceras de punta). Y todo porque somos un país anciano pero que nunca se ha preguntado qué quería ser de mayor, y de ahí este desconsuelo oficial que amenaza con ser superior a la crisis moral del 98. Y sin Unamuno que nos regenere esto no hay quién lo trague.
La vicepresidenta del Congreso le ha tenido que pedir a sus señorías que aplacaran sus ?pasiones mañaneras?, por aquello de que la sangre no llegue a los presupuestos. Lo que se odia por la mañana se rumia por la noche, por eso Azaña no iba temprano al Parlamento, no fuera a encontrarse con España.

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