Los muertos de Garzón

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Somos un pueblo de ?valientes?, (pero que mucho); han tenido que pasar treinta años para juzgar los crímenes de Franco, y es posible que tengan que pasar otros tres lustros para juzgar a los actuales banqueros. Franco no es que se fuera de ?rositas?, es que se marchó bajo palio con una cohorte de obispos, diáconos, y plañideras. Yo era un adolescente cuando pasó un camión con los restos del dictador a la altura de la calle Princesa, y no escuché un solo grito. Franco amortajado y los españoles igual; aquellos camisas viejas que poblaban las aceras se hubieran inmolado junto a su caudillo como guerreros de Xián, (pero no lo hicieron porque otra de las tradiciones españolas es que el honor no te lleve a cometer una tontería).
La iniciativa de Garzón es tan ineficaz como tardía. No queda un solo imputable de aquella época oprobiosa donde hasta los monaguillos levantaban el brazo. Franco y el franquismo se marcharon sin un proceso de Nuremberg; una vez más se nos escaparon muertos los que no tuvimos el coraje de cuestionar vivos. Y de aquello hace un siglo, como mi adolescencia y el cortejo de un dictador rumbo a la eternidad amortajada en un sepulcro construido por presos de la guerra. Garzón llega tarde, todo lo más que podrá hacer es quitarle el fajín de general que le regaló Queipo de Llano a La Macarena. Garzón llega tarde, los muertos no tienen responsabilidad, ni pasado, ni forma de comparecer ante un tribunal.
Nuestra guerra hoy se llama economía y tiene también a sus responsables, a sus cabecillas y a sus víctimas. Financieros, políticos y banqueros comparten un alto grado de responsabilidad. Ahí tiene el juez un trabajo enorme para desenmascarar a quienes se lucran con el mal ajeno. Sería muy español esperar otros treinta años para abrir expediente a nuestros males de ahora, y entonces buscar por las cunetas a las víctimas de la crisis económica, inocentes seres que cayeron pensando que algún día llegaría la solución. Me refiero a los que se sitúan entre la hipoteca y el paredón, a los que caerán ante el pelotón del euribor, prisioneros de su nómina y encadenados al IPC.
Codicia es el adjetivo que está en el epicentro de la crisis mundial, término que admiten los propios banqueros sin pudor. Por lo tanto Garzón podría hacer una rueda de reconocimiento entre los codiciosos de España, entre los que iban de pelotazo y nos dejaron el marrón. No perdamos tiempo, si queremos justicia global habrá que empezar por desenmascarar a los culpables. Pero igual para eso no hay. La momia de Franco no se moverá un milímetro ante el auto de Garzón, pero hay ?pelotaris? de la burbuja inmobiliaria, y financiera, que correrán hasta el país de nunca jamás.

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