Gallardón es cubista

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

El alcalde había dado muestras inequívocas de ser un gran surrealista: un tipo que rompe la disciplina de partido y preside actos de sus adversarios, y a la vez coloca a Ana Botella como recambio natural. Un tipo que ansía ir de número dos pero en lo que tarda en bajar el ascensor se le pasan las ganas y cuestiona su continuidad política. Pero Gallardón no es surrealista sino cubista, pero no al estilo de Picasso y Juan Gris, sino al suyo propio. El alcalde está a mitad de camino entre ?Las señoritas de Avignon? y los cubos urbanos de la basura, por lo tanto un pre-surrealismo del que se pueden esperar grandes momentos. De ahí que haya inventado una caca-tasa, un impuesto de nuevo cuño que se ceba en los infractores de los cubos vecinales.
Se acabaron aquellos tiempos de ?¡agua va!?, cuando los vecinos arrojaban cualquier cosa en cualquier lugar. A partir de ahora hay que temer más a los inspectores de basura que a la benemérita embozada tras un stop de carretera secundaria. Si alguien coloca un contenido erróneo en el recipiente equivocado recibirá cien simbólicos latigazos en la espalda, o lo que es lo mismo una ?multa gorda? como se decía en el lenguaje de los tebeos. El temor a la sanción lleva a los madrileños a instalar todo tipo de cubos en sus domicilios: verdes, amarillos, marrones y para las pilas usadas. De tal forma que algunos piensan sacar a los niños de la habitación para crear un cuarto de los cubos. Yo mismo pienso poner una habitación ?cubista? y con todos esos recipientes le puedo sacar una rentabilidad económica como local de ensayo de los ?Mayumaná?. Tanto cubo junto es un homenaje a la percusión que habría hecho las delicias de Tito Puente, aquel que fue el rey del mambo.
Sucede que esta medida puede provocar notable caos vecinal. Por ejemplo, pensemos que los del bloque de al lado nos tienen manía: pues con colocarnos una bolsa incorrecta en el cubo inoportuno, ¡multazo! Una locura que nos llevaría a depositar las bolsas de basura ante notario. Un despropósito. Un desacierto postmoderno, tanto como ponerles bozal a los leones de la Cibeles.
Los madrileños ante el hueso de un albaricoque sienten la duda ?hamletiana?: ¿aquí, o no es aquí? Y miran los cubos de colores con el pánico del opositor ante la prueba oral. Ojo porque un acto tan baladí como comer pipas puede convertirse en un problema ?cubista?, ¡cáscaras!, pues eso mismo. Y, para remate del pre-surrealismo de Gallardón, Esperanza Aguirre no descarta con ser la candidata de su partido a las generales. Habrá que añadir otro cubo para los disgustos.

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