Obama es un icono de futuro

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Dejemos a un lado las cuestiones estéticas: su color, su juventud, su puesta en escena de impecable actor y una cuidada oratoria que roza la emoción de una homilía laica, (incluso el último favor a su causa que fue la muerte de la abuela materna que tuvo el ?acierto? de fallecer a dos días de la cita electoral, a veces Dios tiene esos detalles). Dejemos a un lado el Obama de las camisetas y el solista del coro ?yes we can? que sonaba a cacerolada en contra del sistema. Los republicanos no supieron descifrar el mensaje del ?we can?, no era un estribillo sino un grito de necesidad. Además de toda esa puesta en escena que le ha valido para llegar a la Casa Blanca, Obama tiene todas las papeletas para ser un buen presidente de Estados Unidos. Por un lado Bush le ha dejado el patio como un solar: la clase política cuestionada, Wall Street está para hacerle un ?Telemaratón? de ayuda, las relaciones internacionales se tambalean, la economía interna sufre esclerosis múltiple y la posición dominante de Estados Unidos corre el riesgo de ceder ante China. Obama hereda un país que ha sufrido las consecuencias de una guerra tan absurda como ilegal en sus orígenes.
Obama es la confianza, y un símbolo es capaz de cambiar el curso de la historia. Su primera medida ha sido una comparecencia pública rodeado de los sabios de la economía y la petición al Congreso de que tome nota de los cambios que ha sugerido. Su primer discurso como presidente electo es una pieza de oratoria digna de traducirse a todos los idiomas. Lejos de levantar los brazos como un ganador de vuelta ciclista y dejarse colocar la corona de flores, Obama volvió a entusiasmar a una explanada repleta que ansiaba otro amanecer. Y ese camino de emoción es la victoria de un político, (que se lo digan a Sarkozy, un hombre de Estado capaz de tener la cabeza fría y el corazón caliente). Obama tiene claro que es un icono del siglo XXI y el símbolo de una regeneración democrática que la calle pedía a voces. Toda su carrera hasta el momento ha sido romper mitos y retos, desde ganar en estados que siempre habían sido republicanos a destrozar el tópico de que los norteamericanos son gente conservadora y acomodaticia.
Su eficacia se notará cuando los mercados empiecen a recuperarse y la economía vea en él a una persona de fiar, muy alejado de los gestos de cabreo permanente de Bush. Y luego tendrá que cumplir con el cierre de esa vergüenza que tienen los derechos humanos llamada ?Guantánamo?. No recibirá el cetro hasta el 20 de enero pero el entusiasmo que transmite puso a los periodistas en pie, tal y como hacen en Estados Unidos cuando el presidente comparece ante los medios. No vivirá en la Casa Blanca hasta entonces pero el efecto Obama se deja sentir; estamos ante una manera de administrar la cosa pública de otra manera, el polo opuesto a una administración Bush a la que chirrían todas las bisagras desde hace demasiado tiempo. Quizá la diferencia entre el agotado Bush y su aspecto resuelto le otorgue mayor juventud de la que tiene. No es un Kennedy pero habla como hacía JFK, no pertenece a una familia poderosa pero tiene mando. En esta ocasión sus conciudadanos, y gran parte del resto del mundo, han depositado la esperanza en alguien que tiene como misión adelantar la primavera al mes de enero. No es un mayo del 68, es un hombre del 2008 que ha sido elegido para ejercer de nuevo César de Roma, quizá si las circunstancias no fueran tan excepcionales Obama no habría ganado las elecciones. Pero un mundo en crisis necesita a una persona de futuro. Cada gesto que haga en los próximos cuatro años lo leeremos en los periódicos pero tengo la impresión de que también se recogerá en los libros de historia.

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