Santos Campano y la elegancia del regalo

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Acérquense a la foto de la cesta que regala la Cámara de Comercio de Madrid y contemplen la emoción que escribió Kavafis para decir adiós a Alejandría. Una cesta superlativa y épica, la madre de todos los regalos, ¡un cestón!, la cesta que acaba con la lógica del IPC y sacude la miseria de golpe. No le falta detalle, no hay objeto que se eche en falta, incluso una tele de pantalla plana en la que cabe el Orfeón Donostiarra sin tener que ponerse en cuclillas; o en su defecto Carmen Sevilla en su butaca de académica del colesterol. Una tele que tiene vocación de pantalla de cine de barrio, con un mando a distancia que hace interferencia a los vuelos de la NASA. Toma dispendio.
Desde lo alto de las botellas de champán, el pata negra, el foie, el chorizo, y el salchichón? cien años de liberalismo nos contemplan. La cesta de Santos Campano es un punto de no retorno, a partir de ahora navegaremos en silencio y en penuria por los procelosos mares de la recesión. No sabemos si estamos más cerca de la recuperación o de la cartilla de racionamiento, pero siempre nos quedará la foto de la opulencia de un fin de siglo. Un regalo que sobrepasa el lujo para adentrarse en los terrenos de la lujuria nacional. Por Salvador Santos Campano que no quede, si hace falta se le pone un lazo que sea de oro y ?rubises?, de esa forma quedará completamente kitsch e inmensamente ostentosa. Lástima que no viva Jesús Gil, autor del adjetivo ?ostentóreo?. A esa cesta no le falta detalle, en la mesa del Sha de Persia habría quedado pintipintada; unos esclavos nubios la habrían portado desde la entrada del palacio hasta el salón del trono. Porque el regalo de Campano es de los que exigen camión de mudanzas para su entrega con señales de prohibido aparcar cuarenta y ocho horas antes.
Nada que ver, por cierto, con la cesta que ha regalado el Ayuntamiento de Algete a sus funcionarios. Los socialistas denuncian que esos productos están caducados y en estado lamentable. De comprobarse esos datos se podría concluir que el Ayuntamiento de Algete lleva a cabo una regulación de empleo por métodos expeditivos. Puede que uno se libre de las iras de su jefe, pero de las consecuencias de una lata de sardinas en mal estado no hay faquir que salga vivo. Y atención con las peladillas que sobraron de la guerra del 14.
De ahí que el cestón de la Cámara de Comercio tenga mayor valor, puesto que además desafía a las leyes de la gravedad de la economía, (¿dónde va Miguel Sebastián con un par de bombillas de bajo consumo después de oler el jamón envuelto en una redecilla, como si fuera la pierna de una cupletista?).

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