Se busca chica descuartizada

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Los asesinos de Marta del Castillo no están dispuestos a soltar la mano del mango del puñal, se resisten a contar la verdad como si al sacar hacia atrás el arma homicida la sangre de la víctima les salpicara de culpa en su cara de alimañas asustadas. Estos tipos no tienen ni una gota de piedad en sus venas de canallas.
El asesinato de la joven fue una crueldad pero la prolongación de su agonía, (y por consiguiente la de su familia), es de una maldad infinita. Los ogros también existen y no tienen por qué ser personajes de cuentos, ni personas mayores. “El Cuco” y Miguel son lo peor de su especie, además saben que el juez les puede castigar a muy poco por el crimen cometido, de ahí su impunidad descarada que les lleva a no temer y al vacile con los jueces. Pertenecen a ese grupo de los que creen que la Ley es un espacio escrito que va con todo el mundo menos con ellos, y por eso se saltan los controles de velocidad, los pasos de cebra, las buenas costumbres y el respeto por la vida humana. Estos tipejos son el producto altamente desarrollado de variopintos y fracasados planes de educación en España, y de paso representan el desastre paternal reflejado en la dejadez del deber de custodia, ejemplo y enseñanza. Matones de barrio, chulos consentidos por la familia, hijos del crimen, sabedores de que la pena que les puede caer será un chiste pero su fama en prisión les llevará por el camino que ellos buscaban. Dentro de sus conciencias matar a una chica después de haberla violado es un acto corriente que no les provoca quebradero de cabeza, hasta les debió parecer divertido. ¿Por qué iba a parecerles algo malo?, ellos no tuvieron a Marta por alguien de su especie, de igual manera la podían haber emparedado o vendido a unos nómadas del desierto para que la canjearan por telas en un oasis de Libia. Les daba igual porque estos tipos son bobos por fuera y están huecos de humanidad por dentro. Valen lo que cuesta la etiqueta del chándal que llevan puesto; nada.
Lo importante es encontrar el cuerpo para que la familia cumpla el luto y deje de martirizarse cada vez que estos jóvenes cambian la declaración. Metidos en plena cuaresma y la imagen de las palas excavadoras removiendo la basura en el vertedero de Alcalá de Guadaira se asemeja a la de los pasos sevillanos que caminan con lentitud por la calle Sierpes. Cambien el sonido de los tambores por los golpes del tubo de escape y hallarán una atmósfera parecida a la de una procesión. Cambien al “ecce homo” por los restos del cuerpo de una chica joven y entonces se entenderá la “cuaresma” que vive la familia de Marta. No huele a azahar, ni a incienso, sino a basura pútrida que emite gases tóxicos. Malditos cabrones.

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