Los indios de Serrano

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

A la altura del cruce con Hermanos Bécquer, justo donde está la embajada de los “estates”, a la calle Serrano le han cambiado el nombre por la calle de Mecachis. Es lo menos que dicen los conductores que olvidan las obras y se ven atrapados en carriles de singular trazado en los que hacen su peculiar slalom los autobuses de la EMT transformados en vehículos del París-Dákar. Pero una vez asimilado que al conductor madrileño se le da por saco cada legislatura, (sólo es cuestión de acostumbrarse al traqueteo), lo notorio está en las molestias que se proyectan en los peatones. Esto es nuevo.

Gracias a las verjas metálicas y a los pasadizos sobre las aceras podemos ver a una fila de transeúntes que camina de uno en fondo, tropezándose, a empellones los unos contra los otros, y soportando el paso en dirección contraria de otras personas que llevan el rumbo opuesto.
Gracias a las obras de remodelación de la calle Serrano el Ayuntamiento de Madrid ha creado “la reserva de indios de Serrano”. Cuando acaben las excavadoras y desmonten el tinglado, (que paga Zapatero en función de ese programa de ayuda a los municipios), quedarán menos indios tal y como es previsible.

Cuando Washington negocia con los sioux nueve tratados para llevarlos a las reservas ya se habían producido muchas bajas. Eso ocurrió en el año 1865, así que imaginen lo que puede pasar en el 2009 con los tobillos de los madrileños. Sabido es que dos obras de este alcalde equivalen a una carga de los mamelucos a caballo, de ahí su poder devastador.

Para evitar sustos se recomienda caminar de manera ordenada y se desaconseja, vivamente, pasar con carritos de niños y el tránsito de personas gruesas que pudieran quedar atrapadas para siempre en el laberinto. Y, recuerde: los indios molaban mucho pero palmaban siempre.

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