El Ministerio de Asuntos Adjetivos

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Anoche el partido del año, hoy mismo la gripe del siglo, mañana quién sabe si la repanocha de los contubernios. Desde hace tiempo vivimos en la sociedad de los adjetivos donde cada fenómeno que ocurre, (inundación, terremoto, cambio de Gobierno o plaga), se tiene que adjetivar en escala ascendente. Es tal la paranoia que hasta cuando baja el PIB el ministro de turno aparece para hablar de “resultados positivos”. Es ridículo pero es verdad.
La aparición de la gripe porcina llevó a una escalada de adjetivos que empezaron por peligrosa y terminaron por letal y definitiva. Cada año la gripe común mata a millones de personas pero esos muertos no son portada de los informativos, pero en este caso hemos decidido que lo mejor es hacer un carrusel de noticias calientes con puntos rojos y amarillos repartidos a lo ancho del globo terráqueo. Seguro que alguna de las candidatas descartadas por Beslusconi podría aportar exotismo anunciando que otra persona ha tosido en Italia delante de un descomunal mapamundi coloreado. Y de ahí a que esa información interese en las casas de carreras sólo hay un paso.
Era tanto el batir de tambores que se había hecho con la gripe porcina que terminaron cambiándola de nombre porque los productores del sector porcino se quejaron de que les trataran como a cerdos. Ahora es gripe A, a secas, y salvo que le pongan una hache por detrás para que resulte “¡Ah!”, más no pueden hacer. De ahí que urja la creación de un responsable de modismos gubernamentales, un Ministro de Asuntos Adjetivos que acompañe a Fernández De la Vega en las ruedas de prensa. De esa forma el Ministro de Asuntos Adjetivos iría dando la categoría correspondiente a cada decisión oficial y nos evitaríamos que otros fueran los que catalogan a las leyes de ineficaces, a las medidas contra la crisis de irrisorias, y a las epidemias de históricas. Otra de las competencias del nuevo ministro sería rebajar los entusiasmos del Gobierno, por ejemplo cuando Zapatero se ensimisma con Obama o Sarkozy. Tampoco hace falta que sea un académico porque tardaría mucho en pronunciarse. Lo ideal sería un “speaker” y para ello nadie mejor que Andrés Montes que las tira con bala. Y, entre tiqui-taca y “la vida puede ser maravillosa”, pasaríamos unos días divertidos y cargados de sentido cultural.
Lo demás: el partido del siglo, el gol de oro, la bota de plata y el vergajo carmesí son de una cursilada cósmica. Dejemos que el nuevo Ministro se ocupe de poner las cosas en su sitio y rebajar entusiasmos que no son más que el disfraz de los pesimistas.

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