La banda del super

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

La complejidad de los robos en los supermercados, tanto en el interior como en sus aparcamientos, obliga a una reflexión acerca del peligroso oficio de ir a por unas naranjas y pan de molde en Madrid. El grado de perfeccionamiento del delincuente es tal que haría bien la Ministra Salgado en crear, (junto a su aplaudido batallón de “facilitadores de crédito”, el de “agentes de los ultracongelados”). Unas clases de defensa impartidas por jubilados del CNI evitarían robos en taquillas y en vehículos. Si los delincuentes suben el nivel lo suyo es que los consumidores podamos defendernos en igualdad de circunstancias para no acabar sintiéndonos atuneros en aguas del Índico por el simple hecho de bajar al supermercado a por leche y jamón york. Dejar el bolso en una taquilla es la antesala de la ruina puesto que los ladrones se las apañan para tener otras llaves, por el precio de una copia se hacen con unos objetos de mayor valor y sin fuerza en las cosas lo cuál impide que sea robo y se queda en categoría penal de hurto, (poco si llegara al juzgado donde sería resuelto con lentitud y sin proporcionalidad entre lo hurtado y lo repuesto). Tampoco los aparcamientos están a salvo de las modernas tácticas de actuación de las bandas que funcionan como pequeños comandos dotados de estrategia y planes alternativos. De ahí el pasmo de la cajera cuando dos tipos pasan delante de ella cargando una televisión de plasma como el que transita por una calle en hora punta; sí le hacen eso a la casa Philips se pueden imaginar lo que harán con nuestras pertenencias. Otra solución es que la delegada del Gobierno, la siempre expresiva Amparo Valcarce, grabe unos espacios al estilo “bricomanía” en el que se expliquen cómo defenderse de los pillajes sin que resultemos timados, heridos o ambas cosas a la vez. De aquellos levanta-carteras del metro, personajes light del hampa, hemos pasado a auténticos atracadores con estudios elevados, tipos que han perfeccionado sus técnicas en las mejores academias del Mal. Unos prendas que nos esperan a la vuelta de la esquina, igual que “El Pernales”, para interesarse por “la bolsa o por la ensaladilla”.

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