Material humano en venta

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Tengo hace años por verdad la conocida locución latina de que el hombre es un lobo para el hombre. Plauto lo clavó. Y aunque no hayan leído a los clásicos las mafias se han acercado hasta Haití para sacar partido de la miseria, siempre ocurre igual por mucho llamamiento solidario y mucha aportación económica que hagamos, (por cierto qué rentable le sale a un banco una catástrofe de la que saca la habitual comisión).
Denuncia UNICEF que quince niños han “desaparecido” de los hospitales de campaña de Puerto Príncipe. El asunto es terrible, no es que haya entrado Peter Pan volando por la ventana, ni que Campanilla se los haya llevado al “País de Nunca Jamás”; muy al contrario esos niños han volado de sus camas porque las mafias los han raptado. UNICEF se lo temía y su miedo se ha confirmado al hacer recuento. El lobo del hombre es capaz de pagar a una hiena para que le traiga la comida a casa, es decir que los ricos son capaces de dar una comisión para que les traigan un niño de repuesto al que arrancarle los órganos, o para hacer con ellos cualquier barbaridad. Y cuando digo cualquiera es la peor que puedan imaginarse. Las mafias no trabajan gratis por lo tanto el negocio de desguazar niños debe ser muy rentable. Lo peor no son las mafias, (a fin de cuentas hasta creen que tienen sus códigos porque todo mafioso quiere parecerse a Robert de Niro), lo asquerosamente repugnante son esos ricos anónimos que sin pisar Haití son capaces de mandar que se rapten niños para saciar de sangre sus colmillos de serpiente. Se les podría considerar unos hijos de puta en el caso de que tuvieran claro quién era su madre.
Los niños de Haití sólo nos interesan cuando salen de los escombros y se abrazan a los bomberos, son imágenes tiernas que tienen categoría de portada en todos los telediarios. Entonces parece que la ayuda internacional tiene sentido y que somos los más solidarios del planeta; en cambio cuando se acaba el interés de las televisiones el niño pasa a la sala de convalecientes de un hospital, y es allí dónde las mafias hacen su “lista de la compra”. Son hospitales con escasa vigilancia así que ni las moscas les echarán de menos porque irán a la cama de otro.
Si tienen suerte “sólo” les habrán amputado una pierna, o un brazo; “sólo” habrán perdido a sus padres y hermanos; “sólo” se habrán quedado sin casa condenados a criarse en la indigencia. Y, si no tienen esa “suerte”, unos tipos se los llevarán metidos en el maletero del coche hasta República Dominicana donde serán vendidos como comida para depravados, carne de cañón, piezas de recambio para niños de ricos a los que les hace falta un órgano fresco.

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