El que debe duplicarse

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

De repente un extraño. Un tipo desconocido para unos hijos irrumpe en su vida en condición de novio de su madre, y para deshacer el hielo busca un restaurante dónde puedan quedar todos, (los hijos de su anterior matrimonio también). No es un capítulo de “Los Serrano” sino la vida misma, otra de las consecuencias de decir “si quiero” dónde se debería preguntar: “¿si, pero puedo?”. El tipo será analizado con lupa; se le mirarán las uñas, se estudiarán sus expresiones y se tendrá con él la misma piedad que tienen un grupo de caníbales con el explorador que van a cocer en la marmita.
Digamos que es uno de los efectos secundarios de haber contraído “segundas náuseas”, (término copiado de Zoé Valdés), en lenguaje publicitario sería un anuncio de “dónde comen dos comen tres… o cuatro, o seis”. El tipo caerá cómo un macaco en jaula de hambrientos tigres de bengala y deberá ganarse el cariño de su nuevo grupo social. Desde luego que sería mucho más amable si se lo pusieran fácil, (pero no se lo pondrán). No hay nada que provoque mayor unidad que el rechazo a un tercero, así que en adelante los hijos de su nueva pareja actuarán como comandos organizados dispuestos a no dejar pasar ni media con tal de hacerle la puñeta. De su habilidad como relaciones públicas depende que sea aceptado o que acabe como José Luís López Vázquez en “La Familia y uno más”, (atado a un poste y asediado por sioux de cuatro años). Y, pobre de él, si se le ocurre ser del Barça cuando allí son del Real Madrid, o viceversa. Por supuesto que adiós a aquel coche tan mono que adquirió tras la separación, en su vida entrará el concepto furgoneta y la compra masiva los sábados en hiper, sin olvidar que a sus nuevos hijos les gustan los desnatados bios, (aunque a él le repeluznen los comprará con agrado).
El padre multiplicado por dos debe tener un temple como el de José Tomás y algo de osadía. Su trabajo se desarrolla en varias pistas a la vez: en la de la pareja, en la de padre de sus hijos naturales y en la de señor que vive con la madre de aquellos hijos que ha conocido en el restaurante. Con este cuadro hay gente que preferiría que le untaran el cuerpo con miel y que le dejaran ante una brigada de hormigas rojas, pero nadie dijo que la paternidad fuera un oficio ausente de riesgos. Si fuera capaz de dominar el espacio emocional al que se enfrenta saldrá muy reforzado, (se conocen personas que lo han conseguido). Por ocupar el cuarto de aquel señor que ya no está y cuya foto vestido de novio sigue en algún marco no será tenido en cuenta como padre, ese calificativo se lo tendrá que ganar; otros con menos esfuerzo consiguieron obtener un Premio Nobel.

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