La Cofradía del Cuerno

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Está por ver que los toros sean una cuestión de masas, lo que son es una cuestión de “misas”, (por lo que tienen de pasión, de partidarios, de agnósticos y detractores). De ahí que el Domingo de Ramos una concentración de no-partidarios llevara unos cuernos por la calle en lugar de una palma, o una rama de olivo que es el capote de los cristianos en semana santa.
A los no-partidarios no les representan los toros, ni los tienen por hecho cultural sino por otro tipo de BIC, (en este caso Barbaridad Increíblemente Cruel). Los toros, en su calidad de dogma mediterráneo, se admiten o no en función de la Fe individual y no tanto por el número de personas que estén a favor, o en contra. Fuera del abono de San Isidro, un domingo cualquiera, el cemento “canta” en Las Ventas más que el público que se desmiga en un generoso cuarto de Plaza. Lo cuál no quiere decir que no haya interés por los toros sino que el personal está en otra cosa porque sí hay algo que nos une es el cuerno, un fenómeno cultural, (lo siento por los negacionistas), que nos lleva a las cuevas de Altamira, a los griegos y al mismísimo diablo cojuelo. Las expresiones, el lenguaje, los miedos y los triunfos parten del lenguaje de la tauromaquia. Un taurino podría decir: nos niegan luego existimos.
Los concentrados buscaban un indulto, que les echaran el BIC al corral, o que la presidenta les devolviera la entrada. Todo siempre en el marco del lenguaje taurino. La Cofradía del Cuerno también es “fiesta” popular.

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