Jaque Matas en Baleares

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Debe ser muy duro levantarse por la mañana a cantar la misa en una parroquia de pueblo, (mucho más en una misión en una aldea de África), y enterarse de nuevos casos de pederastia en la Iglesia católica. Tanto como ser militante de base, ahora en Mallorca en el PP, o antes en el PSOE durante la época de Luís Roldán y resto de latrocinios que tuvieron al Estado como rehén.
Está claro que los colectivos se nutren por la base pero se descomponen por las alturas que da gusto; el entusiasmo siempre está en los que más aportan y menos representan. Luego, a medida que se escala en la pirámide del mando se encuentran comportamientos que hacen perder la fe, o que provocan angustiosas crisis de militancia. La misma paradoja que debe sentir un misionero cuando le lleguen noticias de Roma y él tenga que trabajar para propagar los dogmas católicos. Aquí podemos repetir el refrán que se decía en los velatorios, (en los tiempos en los que no estaban inventados los tanatorios: “¡No somos nadie!”), podemos añadir: “y los militantes mucho menos”.
Algunos comportamientos son para perder la confianza en la divinidad y en las alturas porque no hay nada más desolador que saberse mal dirigido en tiempos de turbulencias. Ahora, cuando más falta hacía un partido regenerador y con entusiasmo es cuando crecen los “brotes bordes” de Matas, Camps y “gurtelillos” varios. El partido que está llamado a sustituir a un Gobierno en plena crisis de desintegración es el que tiene de portavoz en el Ayuntamiento de Madrid a una persona suspendida de militancia y el que mantiene a Ricardo Costa al frente de una comisión en el Parlamento valenciano. Ejemplar sin duda. ¿Dónde está el ejemplo y dónde la ilusión?, parece como si ambos partidos alimentaran a la abstención como se hace con los pollos de corral, que engorde hasta no poder más. No sería extraño que estuviéramos a diez minutos de que alguien resucitara al “gilismo”, o que a Berlusconi le diera por crear una segunda marca en España.
No se puede tomar por tontos a los militantes, ni a los fieles, porque dejan de ir a las urnas y a las parroquias, así que luego no sé por qué se extrañan cuando los políticos son el tercer problema para los ciudadanos españoles, o por qué la Iglesia no encuentra vocaciones para llenar los largos pasillos de los seminarios. No es que la gente no tenga vocación, (de militante o de catequista), es que los han echado con un trabajo largo y concienzudo. Ya puede Matas pagar la fianza millonaria, o el Papa hacer llamamientos al perdón, pero los desencantados huyen hoy Domingo de Ramos de los muros de Israel sin mirar lo que dejan atrás.

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