El monopoly de Gallardón

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Gallardón consiguió casi un milagro al estilo de Moisés: separar las aguas del tráfico para que las autoridades pudieran caminar un lunes a las doce de la mañana por el centro de la Gran Vía, y de paso sustituir el tradicional concierto de claxon por la Banda Sinfónica “2 de mayo” que se arrancó por Chueca con la misma pieza que sonó hace cien años. Federico Chueca, ese Wagner castizo, irónico y vitalista, que fue alabado por Nietzsche como músico de mayor talento que el compositor alemán. A “La Violetera”, (hoy jubilada), le sustituye una reproducción a escala de los edificios de la Gran Vía, de tal modo que para la posteridad queda el monopoly de Gallardón justo en el centro del cuadro de Antonio López. Es decir que si el pintor tuviera que actualizar el lienzo se vería obligado a añadir el monopoly, algo que sería tan raro como si a Velázquez le hubieran pedido que añadiera otra menina. En el libreto de “La Gran Vía” que organizó el protocolo municipal para lo del monopoly no tuvieron sitio ni la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, ni la presidenta de la Asamblea, Elvira Rodríguez. La presidenta regional no estuvo en la calle inaugurando pero sí en la posterior recepción oficial. Sí estuvo presente en todos los actos José Blanco que es ministro de inauguraciones y con mayor entusiasmo cuando son en Madrid. También apareció Fernando Fernández Tapias quién no se sabe si fue invitado en su condición de notable naviero y por aquello de Madrid puerto de mar. Una recepción variopinta y colorida puesto que la Gran Vía siempre ha sido cosmopolita, atropellada y plural. Por eso en un mismo salón cabía un rey, un sindicalista, Cobo, Bono, Ana Botella, Zerolo, Enrique Cornejo, Ángel Pérez, Tomás Gómez, Soraya Sáenz de Santamaría, Lina Morgan, Laura Valenzuela, Leguina, David Lucas, Barranco, Enrique Loewe, Sara Montiel y un militar de alta graduación. Algunas lenguas malvadas aseguraban que algunos, (y algunas de los presentes), hicieron doblete puesto que por su edad bien pudieron haber asistido a la ceremonia de Alfonso XIII, aunque este término no quedó confirmado. El chascarrillo es también una de las nobles artes que se manejan en esta vía castiza que durante un tiempo fue de José Antonio, (en función de ideólogo del régimen de Franco), y que hoy es “franquicia” en cuanto a la comida, a la moda y al teatro. También fue avenida de Rusia pero eso tampoco queda. No asistieron, pero estaban, los fantasmas de Ava Gadner, Hemingway, Perico Chicote, Concha Piquer, Lola Flores, Enrique Tierno Galván y Alfonso que fue el fotógrafo que captó al toro que mató Fortuna en la Red de San Luís. Hubiera sido un encuentro que habría fascinado a Ignacio Amestoy que con los personajes del pasado construye obras de teatro que nos dan claves del futuro, igual que hacía Valle Inclán. En representación del glamour de entonces estaba la española que más tiempo ha aguantado en un cartel, Sara conocida por “Saritísima”, sin puro porque tanto ella como Fidel han decidido que ha llegado el momento de cuidarse. Porque La Gran Vía ha sido de cine, zarzuela, copas y chotis. Ya veremos lo que pasa dentro de cien años en este monopoly.

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