La ministra y el toro

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Los toreros quieren reunirse con la Ministra de Cultura y ésta los ha suspendido hasta septiembre, quiere ganar tiempo para armar el discurso. Teniendo en cuenta la natural tendencia de Sinde a la parquedad en la oratoria y la escasa labia de los matadores, el encuentro será de poco decir y de mucho vuelo de mosca entre tapices de La Granja, así hasta el bostezo que entra cuando los cabestros salen de los corrales. Los silencios en el mundo del toro no son malos, al revés, denotan sinceridad. Rafael “El Gallo” le dijo a Cháves Nogales que su afecto por Juan Belmonte había sido tan sólido como para estar juntos en el campo cinco horas sin hablarse y ser amigos.
La Ministra tiene tiempo de encargar un guión, (subvencionado como todos), para que el encuentro no quede entre monosílabos y monosabios, una cosa descremada, afeitada y previsible. Según quién se lo escriba puede ser un guión de comedia, de tragedia o de cine “gore”. Santiago Segura que está de “Torrente”, de nuevo, podría bordar la escena con un “cameo” de folklórica que abriera una puerta como por descuido y detrás de ella un “paparazzi”. Un evento así no se puede dejar a merced de una buena, o de una mala tarde que la puede tener cualquiera. Se supone que pasado el tiempo estimado para la “faena” de la visita sonarán tres avisos en el reloj ministerial y los toreros se levantarán del sofá, saliendo por la puerta en el mismo orden que entraron. La antigüedad en el paseíllo siempre ha formado parte de la liturgia taurina.
El torero no tiene relación con los políticos, más bien le sorprende su comportamiento por imprevisible, y es posible que los políticos sólo enviden de ellos cómo son recibidos al volver al hotel, ese entusiasmo popular que nunca ha conseguido despertar un debate parlamentario, y menos aún un decreto Ley que son de una tristeza gramatical que aturde los sentidos. Mientras en los despachos oficiales no sustituyan la moqueta por el albero no se pondrán de acuerdo ni en la hora. Por eso sorprende que la Ministra les quiera recibir cuando sabe tiene poco que rascar así estén charlando cien años, o doscientos más. Una misión de marcianos en la Casa Blanca hallaría más puntos en común que una representación de toreros con la ministra. Hasta el momento su gremio dependía de Interior pero ya se sabe que en España todo aquello que no se entiende, o se ignora, acaba en el Ministerio de Cultura.

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